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Los atentados agravan el peligro de una recesión mundial

Los analistas reclaman bajadas de tipos

Los economistas y analistas bursátiles comenzaban a atisbar la luz al final del túnel en la recesión de la economía para finales de año, pero los atentados del martes han oscurecido el panorama. Los expertos vaticinan una ralentización del consumo privado, y menores inversiones por parte de las empresas, y creen que los problemas de EE UU arrastrarán a Europa, a la maltrecha economía japonesa y a los países emergentes. Los analistas pedían ayer una bajada de los tipos.

Ayer fue un día de reflexión obligada en los servicios de estudios de las grandes entidades españolas y en los bancos de inversión. Muchos economistas preferían realizar declaraciones sobre la repercusión de los atentados sobre la economía, especialmente los que trabajan en las empresas estadounidenses, bajo el análisis off the record: las consecuencias financieras a corto plazo en los mercados se verán controladas gracias a la intervención de los bancos centrales. Las consecuencias macro para la maltrecha economía estadounidense son más preocupantes y dependen, primero, de que la actividad económica no se paralice y, segundo, de que el ciudadano estadounidense se decida a consumir.

"Hay que esperar a ver si los efectos pensados bajo la histeria del momento se consolidan; pero tengo la impresión de que aumentará la desconfianza y la inseguridad, por lo que aumentará el ahorro y se reducirá el consumo, en particular en Estados Unidos", apunta un economista español. En consecuencia "caerá el crecimiento y los inversores buscarán posiciones con mayor liquidez, lo que supondrá la salida de economías emergentes".

El banco de inversión Salomon Smith Barney emitió ayer un informe en el que condicionaba el impacto económico que provocará esta crisis en los países del G-7 al tiempo en el que el barril de petróleo estuviera por encima de los 30 dólares. También afirmaba que dependería de la reacción que tenga Estados Unidos, ya que se podría verse involucrado algún país productor de petróleo.

El riesgo de paralización económica, en cualquier caso, se fue despejando poco a poco. Las principales empresas del país se esforzaban ayer por transmitir un mensaje de tranquilidad, y aseguraban que su negocio funcionaba como cada día. Pero muchas compañías están inmersas en duros procesos de reestructuración, lo que agrava el problema, y evitarán realizar inversiones hasta que la situación se aclare. "Lo malo es que esto llega en un momento de pesimismo, en que se acababan de revisar las expectativas", explica otro analista.

El auténtico temor de los analistas se centra, sin embargo, en el consumo privado, que supone dos tercios de la economía estadounidense, y ya había caído el pasado mes un 0,4%. En situaciones como ésta, explica Félix Gónzalez, economista jefe de Beta Capital, los consumidores suelen optar por acaparar bienes de primera necesidad y no adquieren artículos prescindibles como productos de lujo, vacaciones, coches u ordenadores. "Hasta ahora, habíamos visto una desaceleración industrial; ahora repunta la del consumo, que es más grave", explica Carlos Jaureguizar, director de Análisis de Noesis. Además, un cálculo reciente de The Wall Street Journal aseguraba que se habían producido 300.000 despidos en el país en lo que va de año, lo que agrava aún más las dudas sobre el consumo.

Algunos de estos analistas han revisado a la baja todos sus datos respecto a la economía estadounidense, incluido el PIB -algunos hablan de hasta un punto porcentual en el cuarto trimestre, del 2,4% al 1,4%-, y han retrasado sus perspectivas de recuperación. Casi nadie se atreve a hablar de una recuperación para finales de año y, por eso, la mayor parte de los analistas clamaba ayer por una bajada en los tipos de interés que anime la economía. Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, se tuvo que trasladar de Suiza a Washington para estudiar la repercusión de la crisis y una posible bajada de tipos, que podría llegar al medio punto sobre el 3,50% actual.

Los expertos no se atrevían a vaticinar los efectos en las economías europeas y asiática. Prefieren esperar unos días para tener argumentos más sólidos. Pero las empresas europeas venden el 14% de sus productos en EE UU -es el sexto socio comercial de España-, lo que significa que una caída del consumo es también un problema para ellas. "Estados Unidos arrastra a Europa mucho más de lo que creíamos, Japón está por los suelos, y los emergentes no levantan cabeza", explica un economista.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de septiembre de 2001