Todavía bajo los efectos de la paralización de mis meninges ante el horror del ataque a las Torres y al Pentágono, creyendo -con lo que uno ha vivido- que ya lo tenía todo visto, y se encuentra uno ante un crimen, transmitido en directo, de esta magnitud, todas las palabras resultan huecas y vacías para expresar hasta dónde puede llegar la brutalidad humana. Dominique Simonet dice en la Historia más bella del hombre: '... sin embargo, conviene desconfiar de las apariencias: bajo nuestros hábitos civilizados se oculta una piel áspera venida de la noche de los tiempos. El primate está en nosotros, dormitando. No hay que olvidarlo: siempre estamos en la prehistoria'.
Acompañar desde lejos a esa multitud en el dolor y la angustia sin saber de dónde ha venido el golpe y cuándo volverá a repetirse.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de septiembre de 2001