Sólo tengo 13 años, sin embargo, ayer no pude evitar estar sentada frente al televisor desde las tres de la tarde hasta las diez de la noche y llorar por toda esa gente que ha tenido que morir a causa de los ataques de esos locos que no se sabe ni quiénes son. Observando cómo se derrumbaban las Torres Gemelas y una parte del Pentágono, de cómo daban la noticia de un coche bomba en el Departamento de Estado y de una explosión en el Capitolio.
Viendo también a gente saltar de los edificios, a gente poseída por el miedo y la incertidumbre de no saber qué va a pasar después.
¿Qué clase de gente es capaz de cometer este tipo de atentados? ¿Quién puede matar a tanta gente y destrozar tantas familias?
Afortunadamente, todo el resto del mundo ha condenado este macabro atentado terrorista y se ha solidarizado con Estados Unidos en estos horribles días.
Yo no tengo ningún familiar ni amigo allí, por lo que no estoy preocupada por nadie en concreto, sino por todos en general. También quiero felicitar a los medios de comunicación (televisión, radio, prensa). Por estar ahí, al pie del cañón, para informarnos de todo lo nuevo que iba y va pasando.
Quiero expresar mi más profundo pésame a todos familiares y amigos de todas las personas fallecidas, las confirmadas y las que se sabrán más adelante. Espero que algún día los responsables de esto tengan su justo castigo y vivan todo el dolor de la gente que está allí ahora.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de septiembre de 2001