Nueva York, 12 de septiembre. La ciudad amanece en aparente calma después del tremendo impacto, físico y emocional sufrido.
Voy caminando a la oficina y el habitual caos de tráfico y personas diario ha sido sustituido por el silencio. La ciudad ha perdido el pulso.
Nuestra esperanza es, aunque volvamos a ver las Torres Gemelas recortarse donde cielo y mar son uno, que Nueva York, la ciudad más viva, cosmopolita y abierta del mundo recupere pronto su vitalidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de septiembre de 2001