Hace unos días, en (Olivares), se producía un gravísimo accidente. Un vecino era atropellado por una maquinaria agrícola, al parecer de enorme envergadura, cuando iba paseando en bicicleta.
Lo que en principio sólo constituye una desagradable noticia, para sus familiares y la sociedad en general supone una pérdida irreparable. Se trataba de un hombre de extraordinaria valía que, habiendo alcanzado una exquisita madurez profesional, estaba lleno de vitalidad y realizando continuas aportaciones en el campo de la medicina, concretamente en anestesiología, tanto en la práctica clínica como docente y congresista.
Es por ello que no queremos que su muerte sea absurda e inútil y ante el suceso no podemos quedarnos sólo con el 'que mala suerte', sino reflexionar sobre los componentes que la precipitaron: Vehículo que ocupa casi toda la calzada, de visibilidad lateral reducida e inestabilidad en los desplazamientos, y de los que no nos consta que fuese acompañado de otro vehículo que alertase de estos riesgos.
Pero aparte de la oportuna investigación pericial que exigimos, queremos llamar la atención que, también en nuestra localidad, la práctica de deportes supone un riesgo desmesurado, pues carecemos de zonas verdes adecuadas y seguras. Y es por lo que instamos a nuestra corporación municipal y de los pueblos limítrofes a crear senderos para la práctica de este deporte y que no muera ni un solo ciclista más.
Y que la muerte de Rafael, que en vida fue testimonio de amor al deporte como maratoniano (participando en Sevilla, Madrid, Nueva York...) y ciclista, sea un ejemplo a seguir y no un riesgo a considerar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de septiembre de 2001