Estados Unidos trata por todos los medios de conseguir que los países árabes moderados apoyen su coalición antiterrorista, como ya sucedió en la guerra del Golfo. Los observadores aseguran que estas gestiones sólo podrán triunfar si la Casa Blanca se implica en el conflicto palestino-israelí, cumple con su misión de mediador y logra un alto al fuego en la Intifada, que dentro de dos semanas cumplirá un año y que se ha cobrado más de 800 víctimas. El secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, inició ayer esta ofensiva diplomática para reclutar países arabes moderados.
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Los primeros en ser contactados fueron Arabia Saudí, Marruecos y Túnez, aliados tradicionales de Estados Unidos, con cuyos responsables de Exteriores Powell ha mantenido contactos telefónicos. Aunque la mayoría de los países árabes moderados y no moderados, con exclusión de Irak, han condenado los atentados de EE UU y han presentado su condolencia al presidente Bush, buena parte de ellos no han decidido aún su posición sobre su hipotética inclusión en una alianza antiterrorista. Los abusos bélicos surgidos durante y después de la guerra del Golfo siguen muy presentes en la zona.
En medios diplomáticos occidentales en Jerusalén se aseguraba ayer que los países árabes condicionarán su apoyo a esta alianza a que George W. Bush se implique en el conflicto palestino-israelí, cumpla con su misión de intermediario como el ex presidente Clinton y ayude a desatascar el proceso de paz, que se encuentra obturado desde que el primer ministro, Ariel Sharon, ganó las elecciones.
Abdalá II de Jordania ha sido uno de los primeros en hablar. El rey aseguró hace dos días a la CNN, dirigiéndose a EE UU: "Si ustedes hubieran arreglado los problemas de Oriente Próximo, especialmente la cuestión arabe-israelí, dudo que los atentados se hubieran producido".
La Casa Blanca parece haber captado este mensaje. Ayer, el presidente Bush pidió personalmente a Ariel Sharon que "haga nuevos esfuerzos para obtener un alto en la violencia". Bush le ha señalado además a Sharon el camino a seguir: un encuentro entre Yasir Arafat y Simón Peres, tal y como está previsto desde hace una semana.
Sharon parece dispuesto a no acatar la orden de Bush. Ayer la cumbre parecía anulada, según la radio oficial de Israel. El general se doblegaría así a las presiones de amplios sectores de su propio Gobierno, incluidos laboristas, que tratan por todos los medios de torpedear la reunión Arafat-Peres, prevista en principio para el domingo en Gaza. Los ministros habían sugerido que antes de concretar la cita debía pedirse a Arafat por escrito una proclama estableciendo el cese de la violencia de todas las facciones palestinas.
Agradecimiento a Siria
Colin Powell agradeció ayer al Gobierno sirio su condena de kos atentados de Nueva York y Washington. Siria figua en la lista de los países que EE UU considera que apoyan al terrorismo, pero en 1991 participó en la coalición internacional contra Irak.
Mientras, el mundo árabe reiteró ayer desde las mezquitas, con ocasión de la oración del viernes, su llamamiento contra los actos terroristas. Desde Damasco a El Cairo, pasando por Ammán, Beirut y Jerusalén, los imames condenaron los actos de terrorismo: "Rechazamos profundamente y denunciamos estos ataques inhumanos y terroristas contra centros vitales de EE UU que han matado a civiles inocentes", proclamó desde la mezquita de Abu al Nour en Damasco el muftí de Siria, Ahmad Kaftaro.
Este mensaje de moderación, sin embargo, difícilmente es compartido por la población árabe en la calle, especialmente en las ciudades palestinas, donde cada día se producen nuevos muertos. Ayer, mientras se reanudaban los combates en los frentes bélicos de Jenín y Gaza, el Ejército israelí detenía por unas horas el muftí de Jerusalén, Ekrima Sabri, una de las figuras más veneradas por los palestinos en la Ciudad Santa. Y en el sur de Gaza morían anoche dos palestinos por disparos israelíes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de septiembre de 2001