George W. Bush tuvo ayer, en Nueva York, su mejor momento desde el inicio de la crisis. El presidente viajó por fin al "punto cero", el lugar de Manhattan donde hasta el martes se alzaban las Torres Gemelas del World Trade Center. Con un megáfono apenas audible supo transmitir ánimo a los exhaustos equipos de rescate y a "todos los héroes de Nueva York", y contrarrestó las incipientes críticas a su actuación el día de la tragedia.
El respaldo al presidente es prácticamente unánime. Pero algunos, sobre todo en Nueva York, no olvidan que Bush pasó gran parte del martes oculto en Luisiana y Nebraska. Y que cuando regresó a Washington, ya muy tarde, no se le ocurrió hacer una escala, por breve que fuera, en algún aeropuerto neoyorquino para lanzar un mensaje de aliento a una ciudad devastada.
Bush emprendió viaje a Nueva York después de asistir al funeral celebrado en Washington. Llegó al sur de la isla de Manhattan a bordo de un helicóptero, con la intención expresa de "perturbar lo menos posible la búsqueda de víctimas" y no hubo por tanto podios, ni micrófonos, ni grandes comitivas. El presidente recorrió a pie las calles de la tragedia, embarradas por la lluvia, estrechó cientos de manos y habló con todos los trabajadores que se le acercaron.
Los estadounidenses recordarán con afecto la imagen de su presidente encaramado a un montón de escombros, con un bombero a su lado y tratando de hacerse oír con un megáfono. "América está hoy de rodillas, porque reza por las personas que perdieron la vida aquí, por los trabajadores que se afanan aquí, por las familias enlutadas", dijo. La jornada de ayer había sido declarada de duelo nacional. "Todos estamos con los héroes de Nueva York; gracias por trabajar tan duro, gracias por hacer que esta nación se sienta orgullosa".
"Nos van a oír"
Alguien entre la multitud gritó que apenas se le escuchaba. Bush, a gritos, le respondió espontáneamente con una sonrisa: "Yo sí os oigo a vosotros. El resto del mundo os oye. Y la gente que derribó estos edificios oirá de nosotros muy pronto". Eso bastó para levantar una gran carcajada del auditorio, deprimido por la muerte de decenas de compañeros y agotado tras tres días de trabajo casi ininterrumpido. La risa levantó el ánimo y sobre las ruinas empapadas se alzaron gritos de "¡USA, USA!".
La estatura de Bush como líder, discutida por algunos parlamentarios demócratas, creció con ese paseo por la desolación y esa simple broma. El representante Richard Neal dijo el jueves que el presidente había aparecido "débil y soso" en sus mensajes a los estadounidenses. Martin Meehan, otro representante demócrata, se sumó a la opinión de que Bush había fallado el día de la tragedia por no volver inmediatamente a Washington. "No me creo eso de que su avión, el Air Force One, fuera un objetivo de los terroristas. Esa historia es material de relaciones públicas, una excusa para justificar un error", comentó. Varios medios de comunicación, como el influyente The New York Times, tacharon al presidente de falta de liderazgo. "Lo más preocupante de la actuación del Gobierno el martes fue el rechazo del presidente y de los miembros de su Gabinete para responder a las preguntas de unos rápidos y atemorizantes acontecimientos", afirmó el diario en un editorial. El rotativo recomendó a Bush que apareciera más ante el público estadounidense y que respondiera a las preguntas que se formulan muchos ciudadanos.
Gran popularidad
El presidente necesita momentos como el de ayer junto a los bomberos para que el país crea en él como estadista, aunque la aprobación de su actuación ha subido hasta niveles extraordinarios, ligeramente por encima del 90%, después del ataque terrorista.
Junto a Bush, en el paseo por la parte baja de Manhattan, estuvo en todo momento Rudy Giuliani, el alcalde que se ha ganado la admiración de la ciudad y de todo el país. Giuliani declaró que el presidente se había comportado "como un gran líder en todo momento" y que era "un honor estar a su servicio". Neal, Meehan y otros parlamentarios demócratas y republicanos han comentado estos días, de forma más o menos discreta, que el papel desempeñado por Bush palidecía ante la extraordinaria reacción del alcalde neoyorquino.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de septiembre de 2001