Hace unos días tuve que ir, una vez más, a la estación de Santa Justa, en Sevilla, a recoger a una persona que llegaba en el AVE. Tomé la escalera mecanica que lleva al andén, al igual que otros muchos. De repente, cuando estaba abajo absorta intentado descubrir entre los muchos pasajeros que se apearon a la persona que esperaba, un guardia de seguridad me espetó: 'Aquí no se puede estar'. No entiendo a los señores del AVE: unas veces dejan bajar hasta el andén a despedir o recibir viajeros y otras no. No sé por qué. Me imagino que tendrán sus razones. Pero, en lugar de las desagradables maneras que habitualmente utilizan los guardias de seguridad, ¿no podrían colocar un cartelito anunciando que por razones equis no autorizan la entrada al andén de ninguna persona que no sea viajero? Me molesta que los guardias me traten como si fuera un delincuente cogido in fraganti cuando intento hacer lo que otras veces sí me dejan: recibir o despedir a mis familiares.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de septiembre de 2001