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Crónica:Tercera jornada de la Primera División | FÚTBOL

El Zaragoza sorprende al Rayo

Acuña dirige la remontada tras una gran primera parte de los vallecanos

Cinco minutos y el despliegue de Acuña le bastaron al Zaragoza para sorprender al Rayo, que llegó al descanso tan seguro de su victoria como anonadado recibió su derrota al final de los 90 minutos. Los vallecanos, muy bien plantados sobre el césped, dominaron sobrados la primera mitad, con Míchel en plan estelar.

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La adelantada línea defensiva de los de Goikoetxea y su asfixiante presión dejaron sin argumentos al Zaragoza, que no encontraba la forma de sacar la pelota jugada desde su terreno. José Ignacio y Chainho, dos medio centros del mismo corte físico y peleón, no daban recorrido a la pelota y la participación de Acuña, descolgado en la banda, era anecdótica, con lo que Galletti y Juanele eran dos huérfanos abandonados en el campo del Rayo.

En medio del desconcierto visitante, Arteaga, Luis y, más que nadie, Míchel aprovechaban para darse un homenaje. Con constantes cambios de demarcación de un lado al otro del frente de ataque, los tres jugadores más talentosos del Rayo hundieron en el desconcierto a la zaga visitante con su movilidad. La puntilla la ponía Quevedo, que en las jugadas a balón parado imponía su jerarquía en el juego aéreo.

Fue precisamente tras una falta cuando el Rayo se adelantó en el marcador. Del mal, el 1-0 era el menos para el Zaragoza, que, aun así, supo apretar los dientes en sus peores momentos a la espera de que el descanso le permitiese coger algo de aire.

Vaya si lo cogió. Con la presión de un cirujano,Txetxu Rojo intervino al enfermo. Dejó en la caseta a José Ignacio, muy gris hasta entonces, y le dio el mando del equipo a Acuña, que desde su hábitat natural, el círculo central, manejó el partido a su antojo. Recuperando balones, repartiendo juego, acumulando kilómetros y más kilómetros, el paraguayo sometió al Rayo antes de que Vellisca, con un golazo barnizado de fortuna, llevase el 1-1 al marcador.

El empate resultó un impacto en plena línea de flotación del Rayo, que encajó el golpe con tanta sorpresa que desapareció. Cuando quiso volver ya era tarde. En apenas cinco minutos, Juanele había marcado el segundo gol y los tres puntos estaban en el zurrón del Zaragoza, que se echó atrás y ya no se dejó arrebatar el botín.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de septiembre de 2001