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Reportaje:Mundial Sub 17 | FÚTBOL

Un hinchada singular

Los colegios son instruidos para que cada uno anime a una selección determinada, pero a veces se confunden

Con la vegetación asediando los muros de los fondos y acariciando la espalda de los músicos que no paran de hacer sonar sus improvisados tambores -barriles de cerveza- el estadio Ato Boldon de Couva se convirtió el pasado sábado en un improvisado recinto festivo al aire libre. La mayoría de las entradas se han distribuido gratuitamente entre los colegios y los institutos de la zona. A cada institución le corresponde animar a un equipo. Con banderitas y las gargantas prestas, los apaciguados triniteños se convierten en hooligans de ocasión: pero la cosa no funciona.

La desapasionada concepción del fútbol en la isla hace que a los pocos minutos del encuentro las hinchadas se mezclen y se confundan. Se les olvidó que en el fútbol no se puede ir con los dos equipos. Pero en realidad ellos no van con ninguno, ellos van con la pelota y con los jugadores, con todos. Abuchean al que comete una falta y le reprochan con gritos su feo gesto, aplauden con alegría y admiración un regate en el centro del campo, asombrados de la capacidad malabar de los futbolistas y cuando el balón se aproxima a las áreas un murmullo creciente nace de las gradas, que miran expectantes la jugada. Todos juntos hacen la ola cada cierto tiempo y sobre todo bailan.

Los noventa minutos se confunden en el contoneo permanente de los triniteños que no pueden evitar mover el cuerpo al compás de la percusión que ameniza sin descansar un solo segundo cada choque. La encargada de organizar a la afición española asegura con una amplia sonrisa: 'Nosotros somos los supporters de España'. Es una hondureña que da clases de primaria en una ciudad industrial del sur de la isla, San Fernando, y se queja de que ellos no tienen banderitas. No se las han dado, pero aún así asegura muy contenta que para el próximo partido conseguirá traer más hinchas y además de mayor edad.

La hinchada argentina parece mejor organizada y es la más numerosa, aunque aplauden con entusiasmo los goles del rival del equipo suramericano, Burkinna Fasso. Y es que la idea es pasarlo bien y cuando concluye el encuentro y suenan los acordes de un calypso por el altavoz a nadie se le ocurre marcharse a su casa, sino prolongar la diversión bailando junto a las vallas que separan la grada del estadio. El fútbol es una fiesta en Trinidad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de septiembre de 2001