No quiero quedarme sin decir lo que siento, el miedo está acribillándonos el cerebro y la fe aparece en la bolsa, pero de la basura. Hay cuerpos que vuelan por los cielos, símbolo del desprecio y el rencor del extranjero y aún así, manipulan la desgracia haciéndonos ineptos. Aún es pronto para acercarnos a Dios, mientras estén los espejismos rodeando la tierra y dibujándonos sonrisas en las bocas hambrientas y sus malditas siluetas de tristezas. Aún es pronto para no ser hipócritas o desperfectos. Aún es pronto para derribar el muro que separa al ruido del silencio. Aún es pronto para ignorar el valor del oro y orar por su elemento. Aún es pronto para construir bosques, en medio del desierto y quizá para entendernos con tantos miedos. Aún es pronto para creer en nosotros, para saber de vosotros y para morir sin culpas y sin truenos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de septiembre de 2001