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OPINIÓN DEL LECTOR

¿Tiene sentido un Día sin Coches?

El año pasado fue un día raro. No fue normal ver tan poco tráfico al mediodía por el Arenal de Bilbao. ¿Qué faltaba? Sobre todo el ruido. Como en unos de esos días de huelga general, Bilbao mostraba una imagen distinta. Por las calles del centro tan sólo autobuses y taxis, y algún que otro coche. Mientras colgabamos de los árboles las pancartas y las banderitas que adornarían la fiesta de la tarde, no cesábamos de comentar una y otra vez: ¡Ha sido un éxito!

Tras la colorida fiesta del atardecer, llegaron los datos: comparando con el viernes anterior, uno de cada cuatro conductores había dejado su coche en casa, el ruido había amainado un promedio de cinco decibelios y el bajón de la contaminación atmosférica era también notable. No eran malas cifras. El público había respondido positivamente al desafío. Por un día notamos un gran cambio. Conocimos una ciudad totalmente distinta. ¿Y después?

Después, la vuelta a la loca vorágine diaria. Más automóviles en las calles y carreteras y menos espacio para los de a pie. Más ruido y polución, sin olvidar los accidentes, las caravanas y las nuevas obras (la variante del Txorierri, la nueva conexión de Arrigorriaga, los túneles de Artxanda...). Ningún cambio positivo para calmar el tráfico. Entonces, ¿para qué un Día sin Coches?

Para que la gente se conciencie. De acuerdo. Pero la raíz del problema no está tan sólo en la dependencia psicológica que tenemos del coche. Es cierto que nos comportamos como drogadictos, pero ¿dónde están las alternativas para alejar los males acarreados? ¿Qué han hecho las autoridades de Bilbao y de Vizcaya desde septiembre del 2000 hasta hoy para dar soluciones al problema del tráfico? Han invertido muchos millones en acelerar la movilidad automovilística. Han comenzado obras nuevas y nos han prometido otras aún mayores.

El tráfico sigue siendo un gato demasiado grande para ponerle el cascabel. Pero durante el año pasado se han propuesto muchas ideas para dar los primeros pasos. Hacer días sin coche en los barrios, trabajar con la escuelas y centros de enseñanza, abrir espacios a la bici y desenpolvar los planes de bidegorris, trabajar acuerdos sociales e inter-institucionales, aumentar y defender los espacios peatonales....

Si de lo que se trata es de caminar hacia la sostenibilidad del transporte, que cuenten con nosotros, pero si se trata tan sólo de un nuevo escaparate verde de nuestras instituciones, pronto nos encontraremos, como casi siempre, en la acera de enfrente.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de septiembre de 2001