Nadie puede estar en contra de que por fin se acometa el arreglo de la Alameda de Hércules, pero lo que no cabe en ninguna cabeza es que ese arreglo tenga que pasar por la construcción de un aparcamiento subterráneo para varios centenares de coches y, además, rotatorio, ¿para la mayor gloria del gran comercio? Si ya el centro de Sevilla es un infierno de coches, que nos pregunten a los vecinos de la calle Baños y aledaño. Es demencial que en vez de potenciar el transporte público, se aumente la entrada de más vehículos privados.
Tampoco tiene que pasar el arreglo de la Alameda por la destrucción de árboles centenarios, que suponen un atentado ecológico e histórico.
Por eso y porque, desgraciadamente, los servidores 'públicos' en demasiadas ocasiones dejan degradarse lo público hasta el infinito, para que luego sirva de justificación para realizar cualquier desafuero, es de agradecer que vecinos y ciudadanos de Sevilla no se hayan callado y con su protesta y denuncia hayan sacado el debate a la calle poniendo en evidencias esta nueva alcaldada.
Y por favor, señor alcalde, menos 'mesas para la participación' ciudadana, menos demagogia y más permitir la participación real y significativa de los vecinos afectados. Claro que donde esté la especulación, que se quite el ciudadano. ¿O no, señor Monteseirín?-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de septiembre de 2001