Logroño se reconcilió con Enrique Ponce y Ponce con Logroño. La cosa no era sencilla porque el desencuentro empezaba a tener tintes melodramáticos. Una gran figura que llevaba dos años sin asomarse por esta ciudad y una afición que se preguntaba cada feria por las razones de la huida. Pero ayer, tras la monumental bronca que recibió Curro Vázquez, el terreno parecía abonado. El diestro de Chiva se encontró con un toro de excelente presencia, muy bien armado, con el que dejó patente su plasticidad con el capote. Lo cuidó al máximo en el caballo. En éstas, el animal perdió una pezuña, y se aplicó con la mano derecha a sobar la noble embestida. No había profundidad porque el toro no la consentía, pero por redondos ligó dos tandas soberbias, plenas de temple. No hubo continuidad con la izquierda, abundaron los enganchones y llegó un desarme. Falló con la espada, pero la plaza puesta en pie le pidió la vuelta al ruedo.
Torero / Vázquez, Ponce, Finito
Toros de El Torero, muy bien presentados, manejables y con poca fuerza; dos, devueltos. 3º, primer sobrero, del mismo hierro; 4º, segundo sobrero, de Martínez Elizondo, de casi seis años, manso de libro. Curro Vázquez: pitos y gran bronca. Enrique Ponce: silencio; aviso y vuelta. Finito de Córdoba: silencio y leves pitos. Plaza de La Ribera, 24 de septiembre. 4ª corrida de feria. Más de tres cuartos de entrada.
El desastre llegó con Curro y la bronca fue histórica. Su primero le puso en aprietos de salida y casi resulta volteado en las mismas tablas. Estuvo absolutamente precavido frente a un ejemplar noble, que había sido masacrado en varas. Pero saltó un sobrero basto y corraleado de casi seis años. Curro no lo quiso ni ver, y el peón Joselito Rus fue aclamado mientras lidiaba ante la indiferencia del diestro. Lo macheteó por la cara y ofreció una penosa impresión cuando se empecinaba en acuchillar al toro a paso de banderillas. Lo finiquitó de un bajonazo y tres descabellos y se fue entre una espesa nube de almohadillas. Finito también dejó una impresión penosa. Con su primero, renqueante e inválido, se puso flamenco hasta que se le coló. Con el sexto se tapó gracias a que las lanzas se habían gastado con la bronca a Curro Vázquez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 25 de septiembre de 2001