La Feria de Algemesí tiene a gala reservar una de sus fechas a la escuela taurina de Valencia. Es algo loable, pues los principiantes no gozan de oportunidades suficientes para demostrar sus aptitudes. Ayer, en la tercera de abono, le tocó el turno a la cantera valenciana, a los alumnos de la escuela. Se anunciaron, en teoría, los cinco más aventajados, cuatro toreros y una torera. Y enfrente, un lote de erales del encaste Pedrajas, lo cual sonaba a prueba bastante dura. El examen, desde luego, fue exigente, a pesar de que hubo novillos muy manejables, incluso de excelente comportamiento para la muleta. Estos fueron los lidiados en primero, cuarto y quinto lugar, todos ellos muy aptos para que el alumnado valenciano mostrara sus progresos. Los otros dos erales, segundo y tercero, ya fueron otra cosa. Sobre todo aquel, pues pareció reparado de la vista y desarrolló serias complicaciones. El tercero sacó casta, demasiada para la escasa técnica de Lidia Corrales. En conjunto, la novillada tuvo su exigencia, cuestión que en estos casos sirve para medir la verdadera capacidad de los chavales que actuaron. Exigentes fueron los pedrajas por juego y, además, tuvieron una intachable presentación: impecables de tipo y serios de pitones.
Domínguez / Cinco novilleros
Cinco erales de María Luisa Domínguez Pérez de Vargas, bien presentados, encastados. Francisco Romera: oreja. El Javi: oreja. Lidia Corrales: palmas. Juan Antonio Aparicio: ovación y saludos. David García: vuelta al ruedo. Plaza de Algemesí, 24 de septiembre. 3ª corrida de feria. Lleno.
Lo mejor lo puso David García. Novillero con personalidad, sobre quien ya se dice que han puesto sus ojos muchos taurinos, tiene una forma muy sutil de concebir el toreo. Tiene empaque, arrogancia, está definido en la línea clásica, pero sobre todo impacta su personalidad. Ayer, sin terminar de entender al buen eral que le cupo en suerte, dejó detalles de todo lo apuntado. Mas esa buena labor la echó por tierra con la espada pues es su asignatura pendiente.
No sólo David García suspendió con la espada, sus compañeros también arrastran esa disciplina que es la suerte de matar. Tampoco es que malograran grandes faenas, pues la exigencia de los novillos puso en evidencia su falta de recursos. Lógica, por otra parte.
Lidia Corrales lo pasó mal ante su encastado eral. El Javi aguantó tarascadas y coladas a diestro y siniestro. Francisco Romera estuvo entonado pero quizás algo frío. Y Juan Antonio Aparicio apuntó por lo clásico pero sin rematar. Y todos suspendieron a la hora de matar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 25 de septiembre de 2001