Veo el programa que pasan por la televisión de homenaje a los héroes de los recientes atentados en Estados Unidos. Todo resulta muy conmovedor, como conmovedoras son las cifras de víctimas de esa brutalidad. Pero todo esto me hace ir más allá, hacia esos tambores de guerra que suenan cercanos y estrepitosos, y me adelanto al dolor de supuestas futuras víctimas también inocentes que ni siquiera podrán hacer espectáculo de su más que posible desgracia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 25 de septiembre de 2001