Desde hace algunos años hacia esta parte, se ha producido un fenómeno social conocido como concienciación ecológica, que consiste en conseguir una ciudadanía más preocupada por los temas medioambientales. La participación ha ido creciendo en los últimos años, tal y como lo confirman los numerosos datos que se facilitan. ¿Pero realmente nuestras instituciones han demostrado ser tan ecologistas como nosotros los ciudadanos?
La respuesta es bien sencilla, no. Itoiz, el tren de alta velocidad (TAV), Zabalgarbi, centrales térmicas, el lindane o las canteras de Atxarte son sólo algunos ejemplos que han demostrado una concienciación artificial en el Ejecutivo. En cada vez en más ocasiones se producirá el dilema ecologismo o industria y, desgraciadamente, el poder económico se impondrá a la preservación del medio. La central térmica de Boroa, en Amorebieta, iba a ser sometida a referéndum promovido por una alcaldesa del PNV y rápidamente este partido ha reclamado la rectificación inmediata de la medida. Esto demuestra que la decisión del pueblo sólo es tenida en cuenta cuando es para nuestro propio interés.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 28 de septiembre de 2001