Un excelente profesor de matemáticas de mi infancia repetía continuamente en clase que un problema bien planteado estaba ya medio resuelto. Viene esto a cuento por dos supuestos problemas de actualidad en España: la conveniencia de la boda del príncipe heredero y el despido de algunos profesores de religión. Planteemos estos problemas como le hubiera gustado a aquel profesor.
El príncipe heredero tiene derecho a casarse con quien quiera. Pero yo, como ciudadano de un país democrático, debería tener el derecho a elegir al jefe de Estado mediante elecciones periódicas a las que se pudiera presentar cualquier español (o española, claro está) mayor de edad. La auténtica cuestión es la ilicitud democrática de un cargo político vitalicio y hereditario. Las características de la novia son las hojas del rábano.
Por otra parte, la Iglesia católica tiene derecho a seleccionar a sus catequistas como le parezca oportuno siempre que respete la legislación vigente. Pero yo, como ciudadano de un Estado democrático y laico, tengo derecho a que con mis impuestos no se financie al cuerpo de catequistas de ningún credo religioso, y menos todavía en instalaciones de enseñanza pública. La vida sexual o familiar de dichos catequistas y la procedencia o no de su despido son, una vez más, las hojas del rábano.
Un ruego a nuestros representantes políticos, sobre todo a los de izquierda: sean un poco valientes y dejen de coger a los príncipes por la corona y a los obispos por la mitra. En definitiva: dejen de coger los rábanos por las hojas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de octubre de 2001