George W. Bush lanzó ayer algo muy parecido a un ultimátum al régimen talibán. Casi al mismo tiempo que el primer ministro británico, Tony Blair, y casi con las mismas palabras, el presidente de EE UU exigió a los talibán que entregaran a Osama Bin Laden y a sus seguidores en la organización Al Qaida, y que destruyeran los "campos terroristas". "Deben hacerlo o habrá consecuencias", dijo.
El líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Richard Gephardt, que desayunó con Bush en la Casa Blanca, declaró tras el encuentro que había sacado una impresión muy clara: "Creo que el tiempo se está acabando", dijo.
La cuestión de cuándo podría producirse una posible acción bélica por parte de EE UU y sus aliados permanece, sin embargo, en el aire. El propio Bush, que ha pedido una y otra vez "paciencia" a sus conciudadanos, evitó ayer dar una sensación de inminencia. "No hay negociaciones. No hay calendario. Actuaremos en el momento que nos convenga. Y lo haremos de un modo que no sólo garantice lo mejor posible la seguridad de Estados Unidos, sino que además haga que la libertad en el mundo sea más probable en el futuro", declaró.
Pese al fragor verbal en Washington y Londres, no hay indicios de un ataque en las próximas horas. Más bien al contrario. Resulta improbable que se produzca una acción militar mientras el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, permanezca lejos del Pentágono. Rumsfeld emprendió anoche una gira por Oriente Próximo que le llevará a Arabia Saudí, Omán, Egipto y Uzbekistán. Por otra parte, el cuarto portaaviones estadounidense que se dirige al océano Índico, el Kitty Hawk, salió hace sólo dos días de su base en Yokosuka (Japón) y aún no está en la zona.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 3 de octubre de 2001