El grupo de países más industrializados del mundo, el G-7, quiso ayer cerrar su reunión en Washington con un intento de infundir esperanza en la maltrecha economía mundial. En su comunicado final, los ministros de Finanzas admitieron que la economía se resiente como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre, pero optaron por mirar al futuro con optimismo. El grupo cree que las perspectivas de recuperación "son buenas".
Como garantía de que sus pronósticos van acompañados de iniciativas, el comunicado añade que los siete países están "fuertemente comprometidos" a adoptar las medidas necesarias para aumentar el crecimiento y proteger la salud de los mercados financieros.
No obstante, en esas "medidas necesarias" residían ayer las mayores discrepancias entre los socios. La delegación estadounidense pidió "acciones concertadas" para evitar una recesión global. Sus representantes, apoyados por el director del Fondo Monetario Internacional, Horst Köhler, y el ministro canadiense Paul Martin, consideran necesario que el G-7 adopte un plan de choque colectivo, con reducciones de tipos de interés, bajadas de impuestos y aumento del gasto público.
Pero los socios europeos (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia), cuyo crecimiento medio aún es aceptable, ven las cosas de otra manera. "Los ataques terroristas han afectado a Estados Unidos de forma distinta al resto del mundo. Ese paquete [de medidas] no es relevante para Europa", declaró antes de la reunión el ministro alemán de Finanzas, Hans Eichel. Los países del euro están relativamente maniatados por el Pacto de Estabilidad, que les impide generar déficit presupuestarios superiores al 3% del PIB: eso limita tanto las bajadas de impuestos como los incrementos del gasto público.
Japón, cuya economía atraviesa la cuarta recesión en una década, tampoco dispone de margen de maniobra.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de octubre de 2001