Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
REPORTAJE

El ataque abre la ofensiva de la Alianza

La oposición no ha recibido todavía las armas necesarias para transformar esta fuerza de 15.000 hombres

El ataque contra posiciones del régimen talibán en Kabul, Bagram, Kandahar y Jalalabar ha desatado el pánico entre la población civil en esos lugares y las esperanzas de la Alianza del Norte, cuyos líderes dicen estar en disposición de tomar la capital de Afganistán. En Fayzabad, la principal ciudad en el territorio controlado por esta coalición, un portavoz anunció horas antes del inicio de la operación que ésta era inminente, lo que permite deducir que existe una estrecha coordinación con Washington. Pero en los últimos días aquí no han llegado armas capaces de transformar a estos 15.000 hombres en un Ejército capaz de cambiar el curso de la guerra.

La Alianza del Norte cree que los afganos darán rápidamente la espalda a los talibán

Los corrillos eran visibles anoche en las calles de Fayzabad, en los que se intercambiaban incrédulos informaciones obtenidas de la radio. "Parece que han sido misiles", exclamaba Said Wadua, excitado ante la posibilidad de un cambio. "Pronto estaremos en Kabul", aseguraba otro tocado con un bakol ocre en la cabeza.

Esa parece la gran cita. Los hombres del comandante Ahmad Masud, asesinado poco antes de los atentados, desean ser los primeros en entrar en una ciudad que es, por tradición, de mayoría tayika, la etnia dominante en la Alianza, y de la que fueron expulsados por los talibán en septiembre de 1996.

El bombardeo sobre Bagram es clave para adivinar las intenciones del plan de EE UU, pues ahí se encuentra un aeropuerto de grandes dimensiones, a unos 50 kilómetros de Kabul, y que pese a estar en poder de la Alianza resulta impracticable por hallarse rodeado de piezas de artillería talibán. Esas posiciones, cerca de Bagram, han sido uno de los objetivos del ataque estadounidense de ayer. El aeródromo junto al aeropuerto civil de Mazar-i Sharif, próximo a la frontera de Uzbekistán y aún en manos talibán, dispone de largas pistas de aterrizaje capaces de recibir aviones de gran tonelaje y podrían servir de bases avanzadas estadounidenses en el interior del país. Por otro lado, la agencia iraní Irna informaba de enfrentamientos entre milicias talibán y los habitantes de la ciudad de Zarandj, en la frontera con Irán, al sureste de Afganistán.

Los talibán han reaccionado a los bombardeos con la declaración de guerra santa contra el atacante e invitando a todo el mundo islámico a seguirles en esta lucha contra el infiel. Pese a las memorias recientes, la de la derrota de la URSS por los muyahidín en 1989, el régimen que gobierna hoy en Kabul carece de aliados, al ganarse por distintos motivos la enemistad de las tres grandes potencias, China, Rusia y EEUU, y perder sus aliados en Pakistán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. La segunda yihad afgana no contará, como sucedió con la primera, con el apoyo financiero de Riad, ni el socorro de los servicios secretos paquistaníes ni de la CIA, ni será tampoco parte del ajedrez de la guerra fría, pero puede movilizar a los más radicales en diversos países.

Repliegue hacia el sur

La Alianza del Norte predice una rápida caída de los talibán, convencidos de que el pueblo afgano les dará la espalda en cuanto se recrudezcan los ataques aéreos, harto de su rigurosidad religiosa y moral. Estas mismas fuentes creen que los talibán se replegarán pronto al sur, a la provincia de Kandahar, donde se supone se halla escondido Osama Bin Laden y su grupo de seguidores, para tratar de dar la batalla desde ahí, pues en esa región cuentan con apoyos sólidos entre los sectores más conservadores de los pastún, la etnia mayoritaria.

Estados Unidos ha comenzado a emplear las bases ofrecidas en la vecina Tayikistán para situar en ellas sus equipos de rescate, imprescindibles una vez que entren en el escenario sus pilotos. Las fuerzas talibán han reforzado las posiciones defensivas en torno a esa frontera, pero más con la intención de proteger Mazar-i Sharif, cuya caída dejaría desguarnecida la capital en un segundo flanco, pues ambas ciudades están unidas por poco más de 200 kilómetros de carretera asfaltada, de las pocas que existen en este país, y que fue construida por los soviéticos.

La Alianza del Norte no ha cejado en los últimos días en ofrecerse como una fuerza de combate terrestre que, combinada por los bombardeos, podría derrocar a los talibán. Conocen el terreno, en el que han combatido en cada palmo durante los últimos 21 años; primero contra el Ejército Rojo, entre 1978 y 1989, después entre las facciones que componían ese movimiento muyahidín y, desde 1996, contra los talibán. Pero la actual Alianza del Norte, compuesta por tayikos, uzbekos y hararas (mongoles) y pastunes moderados carece de los medios materiales para lanzar una ofensiva. Tan sólo cuenta con armas viejas, la mayoría de ellas fusiles de asalto Kalásnikov, vetustos carros de combate soviéticos T55, de los más antiguos, y piezas antiaéreas. Pese a las promesas del presidente ruso, Vladímir Putin, de inundarles de pertrechos, éstos no han llegado al terreno, y si lo hacen es a cuentagotas y más debido al comercio ilegal con ex generales convertidos en suministradores de material robado.

Si el pánico desatado anoche en Kabul llevara a la población a abandonar la ciudad, arrastrando a sus defensores, la conquista resultaría más sencilla, pues los hombres del difunto Masud están sólo a 50 kilómetros. La muerte de este jefe, asesinado el 9 de septiembre por dos falsos periodistas que resultaron ser dos agentes suicidas, era parte del mismo plan terrorista contra las Torres Gemelas y el Pentágono, y, posiblemente, la noticia que activó la orden de llevarlas a cabo. Los autores de esos atentados en Nueva York y Washington sabían bien que Masud era el único líder de la Alianza capaz de derrotar a los talibán, por eso aquí piensan que Mohamed Omar y Bin Laden son parte del mismo problema.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de octubre de 2001