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VISTO / OÍDO

El cangrejo ermitaño

El protagonista de las elecciones de Galicia es Fraga. Se trata de saber si el viejo fascista continúa al frente de la democracia autonómica o si será jubilado. Los gallegos deciden: puede que por estas formas de autonomías y de elecciones, puede que por el residuo de un franquismo gallego que tuvo orgullo por la familia ferrolana, puede que por la forma en que el fascista ha administrado la provincia, o tienen menos respeto por los otros -la desconfianza en lo desconocido, o un 'carácter nacional' si es que existe, una idiosincrasia-, le favorezcan.

Si el fascismo utiliza bien la democracia puede seguir siendo fascismo dentro de ella. Otros ciudadanos de Franco, menos visibles, o más jóvenes, prevalecen. Entre las encuestas que se publican, la duda se plantea en si conservará la mayoría absoluta o tendrá que apoyarse en los socialistas para gobernar. Podría conseguirlo: la de los socialistas con el Bloque Nacionalista Galego parece más difícil. Y sin ello no se podrá derrotar a Fraga. Que no sé si merece la pena. El deseo de verle desaparecer del poder y retirarse a zampar, amar, pescar y orar, que he oído decir que son sus placeres (coincidimos, salvo en la pesca. No mato seres vivos para comérmelos: pago a otros para que lo hagan por mí), es considerable.

Recuerdo sus uniformes con camisa azul, sus correajes, sus brazos en alto, sus sonrisas ante Franco; y sus actitudes hostiles ante los intelectuales que se separaban del régimen o que se solidarizaban con unos obreros en huelga y maltratados; la persecución y definición del 'contubernio de Múnich' y la hipócrita censura que estableció con su cuñado Robles Piquer, que también hizo poco a poco el cambio de piel. Sus bruscas maneras. ¡Y sus libros! Quién me diría que el joseantoniano y militarista y patriota iba a representar una fragmentación de España.

La modalidad española del fascismo no ha sido nunca perseguida, es legal, y me alegro de ello. No como en Alemania o en Austria, o en Italia. Preferiría que en esos países hubiese libertad para los que siguen siendo sus adeptos, como la hay aquí. Después de todo, Hitler y Mussolini llegaron al poder con elecciones; sólo después mataron y torturaron a fondo. Aquí tuvieron que matar y torturar antes de llegar al poder. Ahora lo hacen mediante elecciones. Fraga es el último espécimen vivo; los demás son los alevines, y también ganan. Será que ese país es así.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de octubre de 2001