El problema de la inmigración tiene muchas caras, y en la calle de la Montera se manifiesta a diario en los rostros de decenas de inmigrantes que acuden a ella a 'buscarse la vida', y que en los últimos años han transformado radicalmente esta vía, en la que tradicionalmente se ha convivido con la prostitución sin grandes problemas.
Sin embargo, la situación hoy es muy diferente. Y lo mejor para conocer este problema es convivir con él. Cada jornada, nuevas meretrices llegan a este céntrico burdel al aire libre, ocupando durante todo el día, y también la noche, las aceras, los portales de acceso a viviendas, las entradas a establecimientos comerciales, cines o cafés.
Seguramente usted, cuando llega a casa después de una dura jornada de trabajo, no tiene que pedir a las prostitutas de turno que descansan sentadas en el portal de su inmueble que se levanten para que le permitan acceder a su propia vivienda. Seguro que en la calle en la que usted reside las peleas y gritos nocturnos de chulos y prostitutas no despiertan a los vecinos de madrugada. Seguro que tampoco pasan a diario autobuses panorámicos repletos de turistas sorprendidos porque una de las calles más céntricas de esta ciudad sea un auténtico lupanar.
Es evidente que la reciente reforma de la calle de la Montera no ha beneficiado a todos por igual, sino sólo a aquellos que ejercen ahora la prostitución o utilizan sus servicios de forma mucho más cómoda. Los comerciantes y residentes pagamos nuestros correspondientes impuestos como si de una calle de primera se tratara, y la realidad demuestra que esta vía pública, en pleno centro de la ciudad, es un prostíbulo de acceso libre, gratuito y peligroso, cada vez más decadente.
Hay muchos argumentos que justifican afrontar con seriedad y de una vez por todas el problema de la prostitución callejera en Madrid, cuyo Consistorio regirá, por lo menos, hasta las próximas elecciones municipales. Señor alcalde, constate, de primera mano, cuáles son las auténticas necesidades y los verdaderos problemas de Madrid en 2001 antes de pensar en el 2012. Los electores se lo agradecerán.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de octubre de 2001