Uno, dos, tres, cuatro, cinco... no, no estoy aprendiendo a contar; sencillamente estoy enumerando las grúas que tengo delante de mis ojos. Y si hiciese un giro de 360 grados, podrá seguir contando hasta 10. Esta realidad se muestra en Mallorca sin ningún pudor. Es una lástima que uno de los lugares más bellos del planeta sea también uno de los más castigados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de octubre de 2001