Las estadísticas de profesores y maestros con depresiones aterran. De ellas se deduce que la enseñanza, la noble tarea de madurar personas, sea un oficio de riesgo. Pero no cambiemos la causa por el efecto y reconozcamos que la rebelión en las aulas tiene su origen remoto en la mala educación que algunos padres ofrecen a sus hijos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de octubre de 2001