No salgo de mi asombro ante tanto papanatismo que ciega la razón de una gran mayoría de la población española.
Parece mentira que los ciudadanos de un país como el nuestro, tan castigado por otro tipo de integrismo terrorista como es el de ETA, no seamos capaces de superar la esquizofrenia que supone condenar los atentados pero no estar del lado de las víctimas.
Pensar que detrás de todo esto sólo hay un afán de imperialismo cultural, económico o estratégico no deja de ser una miope visión tan corta como la inteligencia de quienes creen que a Bin Laden y sus secuaces les importa algo la causa Palestina o los pueblos musulmanes oprimidos.
Aquí hay mucho 'pacifismo de salón' que quiere disfrutar de las ventajas del modelo occidental, pero sin asumir todos sus costes, haciendo uso al límite de un 'ventajismo' social tan característico de una sociedad como la nuestra que tan acostumbrada está al 'que inventen ellos'.
Resulta paradójico lo solidarios que somos con las tragedias alejadas de nuestras propias fronteras y lo indiferentes que nos resultan los dramas de aquí mismo que nos llegan en patera.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de octubre de 2001