Llevaban casi un mes anunciándonos la guerra que llegaba, con el objeto de insensibilizarnos ante ella, de que no se dieran protestas ni excesivas críticas y sí una resignación ante lo inevitable y, casi necesario, para lavar la tremenda herida abierta en los EE UU. Estos bombardeos iniciados son entendidos como un mal menor, algo que tenía que venir pues todos habíamos asumido desde el día 11 de septiembre que se daría una respuesta en los mismos términos que había sido el ataque: odio y muerte.
Ahora se nos habla de 'operaciones quirúrgicas' en Afganistán, pero no con gasas y bisturí sino con misiles crucero y superbombarderos y esto nos hace preguntarnos qué tipo de operaciones para salvar vidas se pueden realizar con estos métodos. Por muy inteligentes que sean las nuevas armas, cómo van a distinguir entre un talibán fanático y una mujer afgana encerrada en la cárcel que supone para ella el uso impuesto del chador. Se nos habla también de bombardeo humanitario por el que, a la vez que se tiran misiles, se lanza igualmente, alimentos, medicinas y radios para escuchar las noticias del que bombardea. Nosotros decimos que es hipócrita hundir a un país en la miseria de la guerra y, al tiempo, darles cereales y mermelada de fresa.
Sabemos que muchas personas inocentes morirán en esta larga guerra, aunque nunca sabremos sus nombres, ni veremos sus fotografías en las paredes de la quinta avenida de Kabul, de Bagdad o de Gaza, como tampoco nos mostrarán la tristeza de sus familiares. Pero lo seguro es que la espiral de odio seguirá creciendo y el ciclo de ataque-venganza se perpetuará hasta que seamos capaces de tomar las verdaderas riendas de este mundo y hacer realidad lo que todos creemos: que otro mundo es posible.
Desde Mugarik Gabe expresamos nuestra más rotunda repulsa ante la guerra y llamamos a cada uno de nosotros a denunciar esta situación y participar en los actos que en este sentido se realicen.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de octubre de 2001