Dianne Pretty acudió ayer en silla de ruedas a la apertura de la vista del Tribunal de Apelación británico que escuchará los argumentos relacionados con su demanda para morir con dignidad. Paralítica por una neuropatía degenerativa incurable, que le impide suicidarse, Pretty requiere la asistencia de su marido para poner fin a sus 47 años de existencia. Sus abogados basan la reclamación en la Convención Europea de Derechos Humanos.
La urgencia del caso pronto quedó demostrada. Apenas transcurrida una hora de la vista, la demandante se sintió mal y abandonó la sala del tribunal ayudada por su marido, Brian. Según los expertos, el curso natural de la dolencia suele producir la muerte por asfixia. 'Siente miedo y aflicción ante el sufrimiento e indignidad que deberá soportar antes de fallecer si se permite que la enfermedad siga su curso', advirtió ayer su abogado, Philip Havers.
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La eutanasia es ilegal en el Reino Unido y la intervención deliberada sobre un enfermo terminal se castiga con penas de hasta 14 años en prisión. Sin pretender alterar la legislación, el abogado de los Pretty orientó su intervención de ayer a defender el derecho legal de su cliente a quitarse la vida con la asistencia de su marido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de octubre de 2001