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Tribuna:A DEBATE

Titularidad pública

¿Es lógico que una ciudad tenga tres grandes estadios y que cada uno de ellos se utilice sólo 20 o 30 días a lo sumo a lo largo de todo el año? Así sucede, por ejemplo, en Sevilla, donde el Betis y el Sevilla continúan jugando en sus respectivos campos a pesar de la construcción del estadio de La Cartuja, que ha costado 30.000 millones de pesetas al erario público. En Barcelona, el Espanyol actúa en el olímpico de Montjuïc, pero aspira a volver a ser propietario de un estadio, mientras que el Barça disputa sus partidos en el Camp Nou. La rentabilidad de las grandes instalaciones de titularidad pública pasa por la presencia en ellas de equipos de élite, pero éstos a su vez prefieren disponer de sus propios estadios.

Sin dejarme llevar por ejemplos particulares, soy un fiel defensor de la titularidad pública de los grandes equipamientos deportivos. Esto no supone que defienda igualmente la gestión pública de estos equipamientos. Al contrario, creo que corresponde a las administraciones disponer de suelo para la construcción de las instalaciones, aunque para su gestión se han de buscar mecanismos administrativos y complicidades que garanticen tres principios de sostenibilidad: la deportiva, la social y la económica. Para ello existen fórmulas diversas: la concesión, la gestión conjunta entre el sector público y el privado, el alquiler, etcétera.

Un gran equipamiento deportivo ha de tender además a la polivalencia y a la multifuncionalidad. Junto al gran espectáculo deportivo que por sus especiales características ocupa muy pocos días del calendario anual, los grandes estadios o los palacios deportivos han de albergar otro tipo de manifestaciones del mundo del espectáculo, de la cultura, del ocio, etcétera. No olvidemos, por ejemplo, que un estadio de fútbol de Primera División es utilizado para la competición sólo 19 días a lo largo de toda una temporada. Si el equipo titular de la instalación disputa una competición europea, especialmente si se encuentra entre los pocos elegidos que participan en las liguillas de la Liga de Campeones, puede ser que estos 19 días se conviertan en 30 en el mejor de los casos, pero no más. Es un lujo asiático que durante los 330 días restantes del año estos recintos sean únicamente grandes cementerios de cemento y gradas vacías.

Una ciudad ha de tener estos equipamientos, aunque sólo sea por prestigio. Pero estos equipamientos han de ser socialmente sostenibles y es a las administraciones públicas a las que debería corresponderles su titularidad y su tutela.

El club deportivo debería mantener un patrimonio inmobiliario propio, destinado a la promoción deportiva (escuelas deportivas de los clubes, ciudades deportivas) y a ofrecer servicios deportivos a sus socios más allá del espectáculo.

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Albert Batlle Bastardas es concejal de Relaciones Institucionales y Deportes del Ayuntamiento de Barcelona

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de octubre de 2001