Sonreía. El conductor del camión que, repleto de explosivos, logró volar el cuartel general de los marines norteamericanos en Beirut y dio muerte a 241 militares, sonreía pese a saber que iba a morir. Así lo atestiguó uno de los soldados de guardia que, impotente, le vió forzar los controles de acceso al recinto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de octubre de 2001