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El peronismo derrota al Gobierno en las elecciones argentinas

La abstención y los votos nulos y en blanco rondan el 23% del sufragio

El Gobierno argentino sufrió ayer una severa derrota en las elecciones para renovar por completo el Senado (72 escaños) y la mitad de la Cámara de Diputados (127 de 257 asientos). Los primeros resultados a pie de urna daban una clara victoria al opositor Partido Justicialista (PJ, peronista) y un alto porcentaje, sin precedentes, de votos nulos y blancos (el llamado voto bronca), expresión del hastío que provocan los políticos.

El descalabro de la Alianza adquiere mayor significado si se tiene en cuenta que hace dos años llegó al poder con cerca del 50% de los electores, que anhelaban una nueva forma de gobernar basada en la honestidad. Como si hubiera transcurrido una eternidad, aquel sueño se esfumó y Fernando de la Rúa es hoy un presidente debilitado, con un futuro incierto.

En la provincia de Buenos Aires, la de mayor peso político y económico del país y que elige a 35 diputados provinciales (más de la cuarta parte de los escaños que se renuevan), el ex gobernador Eduardo Duhalde (PJ), un veterano de la política argentina, roza el 45% de los votos, según las primeras proyecciones. A gran distancia se sitúa otro dinosaurio de la cosa pública, el ex presidente Raúl Alfonsín, en torno al 17%.

En la ciudad de Buenos Aires, donde está el electorado más politizado, los votos nulos y en blanco superaron a todas las candidaturas. El político más votado, según las encuestas a pie de urna, fue el radical Rodolfo Terragno, en torno al 22%, que a pesar de presentarse como candidato de la Alianza gubernamental centró su campaña en un ataque constante al ministro de Economía, Domingo Cavallo. Para mayor confusión, el presidente De la Rúa dijo públicamente que su candidato era Terragno.

Muy cerca de éste, según las proyecciones, está el dirigente de derechos humanos Alfredo Bravo, candidato de la Alternativa para una República de Iguales (ARI), la fuerza política que apadrina la diputada Elisa Carrió, que encabeza una verdadera cruzada contra la corrupción. En Córdoba, la segunda provincia del país, los peronistas iban en cabeza de las preferencias de voto.

Elevada abstención

Con la derrota de la Alianza, el PJ podría alcanzar la mayoría en las dos cámaras del Congreso -ya la tiene en el Senado y en las principales gobernaciones provinciales-. Junto al resurgimiento de la oposición hay que destacar el elevado porcentaje de los votos nulos, blancos y la abstención, que en conjunto podrían llegar a un 23%, y los resultados más que aceptables obtenidos por el ARI, que apenas hace seis meses reunía a cinco diputados y hoy se perfila como la tercera fuerza política. Este ascenso meteórico puede convertirse en el mejor acicate para que Carrió se lance a la carrera electoral en las presidenciales de 2003.

La votación del Senado ha estado condicionada por el fuerte desprestigio de una institución que no resolvió el escándalo de los sobornos en los primeros compases de la legislatura. A los nuevos legisladores les espera el desafío de recuperar la credibilidad de una Cámara que, para muchos ciudadanos, es un santuario de la corrupción.

Después de los comicios, el presidente anunciará cambios en el Gabinete y, según afirman sus portavoces, nuevas medidas políticas. En esa hora de la verdad, la gran incógnita es qué pasará con la economía. Dirigentes políticos y analistas evocan constantemente distintos escenarios, que no producen precisamente tranquilidad entre los ciudadanos: suspensión de pagos de la deuda, devaluación del peso, dolarización...

El pago de la deuda pública y la ley de Déficit Cero son los dos grandes temas de las cuentas argentinas, que no cuadran por ningún lado. Exceptuando los planteamientos más radicales que abogan por una moratoria unilateral, los distintos candidatos proponen una reestructuración consensuada de la deuda de 150.000 millones de dólares. El Gobierno tiene, además, otras urgencias como el cumplimiento del ajuste fiscal, la mejora de la recaudación que no llega por ninguna parte, un presupuesto fuertemente restrictivo, el desempleo y, en definitiva, la reactivación económica, que lleva más de tres años en recesión.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de octubre de 2001