En el final de sus días (1985) Jorge Luis Borges escribe Los conjurados, donde habla de una Europa admirable. Un estracto: 'El hecho data de 1291. Se trata de hombres de diversas estirpes que han tomado la extraña resolución de ser razonables. Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades. Son un cirujano, un pastor o un procurador, pero también son Paracelso y Amiel y Jung y Paul Klee. En el centro de Europa, en las tierras altas de Europa, crece una torre de razón...'.
El incierto futuro de estos días de hierro y pólvora podría ser menos angustioso si Europa apostara intensamente por esa borgiana 'torre de razón' que ya deberíamos tener bastante crecida.
Borges acaba su poema: 'Acaso lo que digo no es verdadero; ojalá sea profético'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de octubre de 2001