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CRÓNICA

Un Depor grande, grande de verdad

El conjunto de Irureta asombra en Old Trafford y consigue una victoria memorable ante el Manchester

Con toda la grandeza que se requiere para salir aupado de una plaza como Old Trafford, el Deportivo escribió anoche la página más bella de su corta aventura europea y una de las más extraordinarias de su historia. No habrá deportivista que olvide jamás que su equipo segó Old Trafford con todos los atributos imprescindibles para sellar una gesta semejante: descaro, talento y actitud. Tres cualidades con las que el Depor estuvo casi siempre por encima de su mítico rival, al que incluso en sus peores noches hay que masticar más que a ningún otro. El Deportivo puede presumir de ser uno de los seis conjuntos que han ganado en los 87 partidos europeos que ha jugado el United en su estadio. Casi nada. Desde ayer el Deportivo debe sentirse grande, grande.

Las cosas no comenzaron bien para el equipo de Irureta, que salió con un cierto ataque de pánico. La posición de Scholes, siempre flotando entre los centrales y los pivotes, le hizo mucho daño. Sergio y Duscher, más impactados por la presencia cercana de Verón, descuidaron más de la cuenta al pelirrojo jugador inglés, aunque luego Sergio se desquitó a lo grande. Alrededor de Scholes, el United enredó al Depor en los primeros minutos. Con algunos jugadores más arrugados de lo debido, los gallegos estuvieron demasiado contemplativos. De su palidez se aprovechó Giggs para asaltar el área española a trompicones y dejar a Van Nistelrooy enchufado ante Molina. El Depor resolvió de forma calmitosa toda la acción, sobre todo porque el Manchester hacia algún minutillo que jugaba con diez por la lesión de Johnsen. Prueba evidente de lo temeroso que estaba el Deportivo.

Curiosamente, la delantera en el marcador produjo un efecto demasiado sedante en el juego de Manchester. Lejos de acentuar la embestida para sepultar a su enemigo, el equipo de Ferguson se entregó a un concurso individual de exquisiteces técnicas, muchas de ellas, la mayoría, estériles. El efecto Verón tuvo mucho que ver, por su forma contagiosa de atender más al público que al partido. Mientras el argentino se exhibía a muchos metros de Molina y Beckham le imitaba, el Depor, poco a poco, se fue sacudiendo el polvo.

Valerón, un futbolista como hay pocos, echó el lazo a la pelota y de inmediato se asoció a quien fue, con él, el jugador de la noche, del mes, del año quizá: Diego Tristán. Old Trafford tardará en borrar su huella, los centrales de United tendrán pesadillas de vez en cuando y cabe pensar que a Barthez su colega Blanc jamás le bese ya la calva. Retrasándose unos metros y con inteligentes movimientos laterales, Tristán hizo un nudo permanente a todo el United. El jugador español adivinó a la perfección que Blanc y Brown eran marionetas al ser arrastrados hacia las orillas del área. Por ahí, como quien no quiere la cosa, irrumpía el delantero deportivista, para luego, con esa quietud que no se recordaba desde los tiempos de Butragueño, retorcer la cintura a sus marcadores. Si la ocasión lo requería, es decir cuando Amavisca y Víctor pegaban un estirón por los costados, Tristán se retrasaba para dejar su magisterio como media punta. La primera gran lección dejó a Sergio ante Barthez, que se retrató de mala manera y concedió el empate.

El grave error del fotogénico pero irregular meta francés, dejó sonado al Manchester. Y, como suele ocurrir, de ello se aprovechó el más listo de la pradera. Cómo no, Tristán. El nueve dio marcha atrás para asociarse con Valerón, otro que tal baila, descubrió la cabalgada de Víctor por la derecha y le puso la pelota al pie. Y lo que es más importante, Tristán le ofreció la primera opción de pase. Se fue al segundo palo y de un soberbio cabezazo puso Old Trafford patas arriba. En apenas un suspiro, Tristán había volteado el marcador. Y había dejado al Manchester con un ataque de nervios.

Ni siquiera un nuevo zarpazo de Van Nistelrooy alteró al conjunto de Irureta. Porque el Deportivo en todo momento expuso más decisión de la que cabía esperar en un equipo tan acusado desde dentro y desde fuera de falta de audacia. Ayer al menos, en un día grande de verdad, el Depor se demostró a sí mismo toda su grandeza.

Su segundo tiempo fue tan meritorio como el último tramo del primero. De nuevo con los mismos protagonistas -con Valerón y Tristán a un paso de la perfección y Barthez más patético que nunca-, el Deportivo puso todo el empeño en la victoria. Como si un punto en semejante templo no fuera suficiente. Pero ayer era un día señalado en la historia de este equipo español, que pide a gritos un sitio entre la burguesía del fútbol europeo. Anoche se lo ganó a pulso, por juego, sabiduría y descaro. Este Deportivo tan envalentonado es grande, grande de verdad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de octubre de 2001