Porque sé que mis manos abrigan tus surcos (ellos les llaman grietas), por eso, nadie impedirá nuestro abrazo. Humilde homenaje al digno e histórico trabajo realizado por el Sindicato de Obreros del Campo. Gracias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 19 de octubre de 2001