Desde la Revolución Francesa -'libertad, igualdad, fraternidad'-, las ideologías (y los programas políticos) se construyen sobre la afirmación de una jerarquía de tres o cuatro grandes valores: justicia, paz, diálogo, patria, seguridad... y pocos más, aparte de la tríada revolucionaria, cuyo tercer elemento se proclama hoy transmutado en solidaridad.
Así, por ejemplo, el compromiso ético formulado por el lehendakari Ibarretxe en la Declaración de Gernika, en diciembre de 2000, empezaba proclamando solemnemente el derecho a la vida y a la libertad (las libertades, en otro lugar); concluía apelando a 'la paz, la libertad, la justicia y la dignidad humanas'; y por el camino se comprometía también con la solidaridad, la seguridad, el diálogo y la no violencia.
Para la política cotidiana, el lehendakari se mueve por otros valores. En la campaña electoral de mayo de 2001, su tríada pareció ser la integrada por vida, diálogo y paz. En el último Alderdi Eguna, su tríada fue paz, diálogo y autogobierno.
Resulta sobrecogedor, en estas formulaciones, no tanto que haya desaparecido la libertad, sino, sobre todo, desde una interpretación freudiana, que haya sacrificado la vida y la haya sustituido por el autogobierno. Supongo que ETA se lo habrá agradecido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de octubre de 2001