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Tribuna:A DEBATE

De la represión a la prevención

Los incidentes violentos durante manifestaciones que transcurren de forma pacífica o al término de ellas se están convirtiendo en algo habitual en la ciudad de Barcelona en los últimos meses. Ocurrió en la marcha contra la globalización económica del pasado 24 de junio, que reunió a 20.000 personas, y más recientemente, el pasado 12 de octubre, durante una manifestación antifascista en Sants. La pregunta que se plantea es si estos incidentes de violencia callejera -que se traducen siempre en roturas de escaparates de comercios y bancos, y quema de contenedores- resultan inevitables porque sus autores están perfectamente organizados y dificultan la actuación de los agentes antidisturbios.

Cuando las manifestaciones públicas son violentas generan alarma social en amplios sectores de la opinión pública. La versión de los hechos difiere según de quién proceda. La confusión impide que los ciudadanos se formen una opinión sobre si la actuación policial fue la correcta, pero casi siempre la policía queda en entredicho por demasiado permisiva o excesivamente represiva.

La actuación policial, según el profesor Queralt, debe cumplir, además de la habilitación general, una serie de parámetros para gozar de la plena licitud y legitimidad que le brinda el Estado de derecho: idoneidad o congruencia de los medios empleados, apercibimiento antes de la actuación, pericia en la utilización de medios, necesidad u oportunidad de la acción y proporcionalidad de la actuación para restablecer el orden alterado con los daños causados.

Para valorarlo correctamente, hay que considerar también el contexto general en el que se desarrolla la intervención desde el momento en que se tiene conocimiento de la celebración de una manifestación o contramanifestación para organizar el dispositivo idóneo que responda con eficacia al peor de los supuestos que se pudiera producir teniendo en cuenta los antecedentes de eventos similares.

Los efectivos y medios que emplear deberían poder cubrir el espacio donde se producen las alteraciones, teniendo presentes los potenciales objetivos de los manifestantes violentos. En opinión de un director de policía de París, para reducir a los vándalos hay que compaginar fuerzas compactas con unidades motorizadas y anticiparse con dotaciones en puntos clave.

Es importante tener en cuenta que la policía está sometida a las directrices o interferencias provenientes del ámbito político que pueden condicionar una objetiva e idónea actuación policial. Si, afortunadamente, se superó la etapa histórica de la militarización del orden público, magistralmente explicada por el profesor Ballbe, todavía quedan residuos en algunos países de una excesiva politización que instrumentaliza la actuación profesional e incide en la credibilidad e imagen de imparcialidad de la policía.

Si en democracia la policía es menos represión y mas prevención, habría que empezar a aplicar el principio de precaución de la gestión de riesgos al campo de la seguridad ciudadana.

Modesto García es consejero del Forum Europeo para la Seguridad Urbana.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de octubre de 2001