El pasado fin de semana decidí ir desde Barcelona hasta un parque natural situado en Sant Llorenç del Munt. Para aprovechar el día decidimos coger la autopista. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando al pagar los respectivos peajes su importe ascendía casi al doble de la tarifa aplicada en días laborables.
Fijándome ya en los siguientes peajes, unos rótulos avisaban de este impuesto extra revolucionario dominical, las tarifas en domingo y festivos son más caras, muchísimo más caras. ¿Es una penalización a los pobres urbanitas que decidimos salir de la ciudad a respirar un poco de aire puro? ¿Es un castigo añadido a las familias con hijos que necesitan salir de la ciudad los domingos para que sus hijos corran por el campo en vez de saltar por los sillones del piso?
No lo entiendo, ¿quizá sea la excesiva voracidad por rentabilizar lo que ya es rentable?
Que alguien me lo explique, por favor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de octubre de 2001