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Crítica:SUSO SAIZ | JAZZ

Miles Davis, rostro pálido

Miles Davis habría cumplido 75 años el pasado 26 de mayo. Con motivo de este aniversario, Suso Saiz desempolvaba un antiguo proyecto inspirado en la etapa eléctrica de Miles, definida por temas que no parecían tener ni principio ni fin, como si fueran fragmentos tomados al azar cualquier día en las vidas de quienes los interpretaban.

Saiz basó la estructura de sus piezas en la combinatoria libre de diversas guitarras, con especial predilección por su variante psicodélica. Nada que objetar: Miles llegó a tener hasta tres guitarristas en plantilla (cuatro si se cuenta el bajo eléctrico) y estuvo muy influido por ¿¿Jimmy?? Hendrix, de modo que, por ese lado, la idea estaba sólidamente fundada. La diferencia estaba en que, mientras la música de Davis habría podido sonorizar la escena del crimen más insólito y misterioso, la de Saiz apenas podría utilizarse para poner fondo a las diligencias del forense.

Miles Davis project

Suso Saiz, David Gwynn, Tino Di Geraldo y Mikel Irazoki (guitarras), Matthew Simon (trompeta), Danny Thompson (contrabajo) y Trevor Moraes (batería). Teatro de La Abadía. Madrid, 20 de octubre.

Estrategias insistentemente repetidas, subidas y bajadas en agónico vaivén, pasajes de minimalismo mudo ideales para el hilo musical de un museo de cera y efectos atmosféricos sin misión en la vida confirieron a la música un aire de montaña rusa a cámara ultralenta, sin vértigo ni emoción. El sexteto aplicó la misma receta a piezas milesianas del periodo acústico. Suso y los suyos también intentaron evocar el conocido interés de Davis hacia la música española con Canción del fuego fatuo, pero la iniciativa en conjunto pintó a un Miles de rostro pálido y algo desganado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de octubre de 2001