Nosotros, la gente, vemos cada día peores noticias en relación con nuestras aspiraciones a la libertad, a la seguridad y, algunos, a la igualdad. Arzalluz pidiendo un tribunal especial para la prensa coincide con las secretas aspiraciones de otros poderosos españoles; y quizá con los secretos encapuchados que se convierten en jueces y verdugos de los periodistas. Una de las aspiraciones de la gente democrática era que desapareciera la Audiencia Nacional y los otros relativos juzgados y tribunales especiales.
No hay noticias de que vaya a ser así. Y de que desaparezca también la arbitrariedad administrativa para juzgar, condenar y ejecutar: por ejemplo, ahora, a los colombianos y a los ecuatorianos, porque hay sucesos en los que aparecen ciudadanos de esos países. Y a todos los demás: los oscuros, los de nombres arábigos, sufren ahora expulsiones de aviones, de hoteles. Lo deseaban hace tiempo todos, por cierto, pero ahora tienen pretextos. La aparición de la nueva 'inteligencia militar' gobernada por el presidente Aznar trae inquietudes para la vida privada: y la traen las restricciones sobre Internet y el correo electrónico. Piden algunos que esta nueva facilidad de comunicación no tenga obstáculos ni espionaje, o al menos que no tenga más que los otros medios cívicos, correo o teléfono; pero éstos también se están convirtiendo en amenazados. Llevaban tiempo los dominantes persiguiéndolos, y cuando las protestas por su transmisión pornográfica no fueron suficientes, alegaron la pornografía infantil: siempre se saca un niño para atacar una libertad. Son muy propagandísticos, y los afganos sacan a los suyos asesinados por las 'bombas inteligentes'.
Se derraman estas malas noticias para nosotros: el beato, o meapilas -en el buen sentido, claro, no en el realista-, alcalde de Madrid suspende un debate y quita la palabra a las diputadas que hablaban de un foro de la mujer. Y Aznar habla en Madrid ante una reunión sobre la democracia y la transición: como si no fuera una rémora para todo ello, para la transición que fue una trampa y para la democracia que salió de ella y se entenebreció con su partido. Lo hace ante Clinton y Gorbachov: dos jefes de Estado que fueron escarnecidos, atacados, amenazados de expulsión (a Gorbachov le echaron a la fuerza) por los que defendían el nombre de la democracia. Qué cara. Qué morro, dicen los chicos y las chicas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de octubre de 2001