La reciente cuarta edición del campeonato de Guipúzcoa de pintxos ha consagrado al emergente bar, y también restaurante de interés, donostiarra Patio de Ramuntxo (Peña y Goñi, 10). El pintxo ganador ha sido una de las mejores gollerías de esa casa: una pechuga de pollo de caserío, abierta, troceada y convertida en varios rollitos, rellenos de una compota de manzana errezila, caramelizada y guarnecida (se sirve en una cuchara de porcelana) por una ensalada crujiente, con almendras en granillo y fideos fritos, y una sensacional vinagreta de aceite de oliva virgen y vinagre balsámico.
Es una banderilla de gran modernidad en su presentación, delicada y de gusto exquisito, muy en la línea de las que propone cada día este local. Estos pintxos (y también platos) surgen de las mentes fértiles e inconformistas de su chef, Asier Abal, y su compañero, ese otro gran profesional que es Guillermo Rodríguez.
El triunfo de ambos tiene más mérito teniendo en cuenta que la competencia ha sido brutal: participaron más de 20 bares y en segundo lugar quedó uno de los grandes del pintxo donostiarra, José Ramón Elizondo, del emblemático Aloña Berri.
El concurso no estuvo ajeno a la polémica. Las bases establecían dos claras limitaciones a los participantes: que la banderilla propuesta no sobrepasase las 300 pesetas de coste y que hubiera sido puesto a la venta en el establecimiento concursante con suficiente antelación a la celebración de la prueba.
Pese a la primera condición, algunos participantes presentaron ingredientes de alto copete (foie gras, trufas, etcétera), que, o bien disparaban el precio por encima de lo establecido, o las supuestas joyas empleadas eran pura bisutería. Las dos bases fueron respetadas escrupulosamente por el tentempié ganador.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 28 de octubre de 2001