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REPORTAJE

El 'general' Ramadán

Washington ha decidido bombardear durante el Ramadán a pesar de la indignación y las advertencias del mundo islámico

"Si EE UU terminara su campaña en Afganistán, aunque fuera provisionalmente, antes del comienzo del Ramadán, todos nos evitaríamos nuevos problemas", dice Nabil Osman, portavoz del Gobierno egipcio. Osman enfatiza la palabra "todos". Y es que la continuidad de los bombardeos en el mes más sagrado del calendario islámico, su corolario de muertes de civiles y errores como la reciente destrucción de un asilo de ancianos, no sólo causaría más daño a la ya mala imagen estadounidense en el mundo árabe y musulmán. También pondría en aprietos ante sus poblaciones a Gobiernos como los de Pakistán, Indonesia y Egipto.

Colin Powell, el dirigente norteamericano que tiene que dar la cara ante el resto del mundo, es consciente de ello. "Me gustaría que todos los objetivos militares fueran alcanzados en los próximos días, porque nos estamos acercando al Ramadán y al invierno", declaró el miércoles. No obstante, el jefe de la diplomacia estadounidense no pudo garantizar que su deseo se materialice y precisó que la palabra final la tendrán el Pentágono y George W. Bush. En una indicación de por dónde pueden respirar los militares, Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa, había afirmado dos días antes que no descarta que los ataques en Afganistán continúen durante el Ramadán. Ayer los titubeos dieron paso al anuncio oficial: EE UU continuará bombardeando objetivos en Afganistán durante el Ramadán, dijo el secretario de Defensa.

"Eso", dice Nabil Abdel Fattah, del Centro de Estudios Estratégicos de Al Ahram, "sería arrojar leña al fuego, le daría a Osama Bin Laden una magnífica carta propagandística ante 1.200 millones de musulmanes, reforzaría su imagen de héroe popular y su argumento de que estamos ante un conflicto de civilizaciones, de que la yihad antiamericana que ha proclamado es para defenderse de una cruzada occidental y judía". Este análisis es el que se hacen los líderes de los países musulmanes que apoyan a EE UU.

El lunes, en el programa de Larry King en CNN, el general Musharraf, presidente de Afganistán, declaró que desea que "esta campaña termine antes del Ramadán". El día anterior, Hasan Wirauda, ministro de Exteriores de Indonesia, había dicho que la continuidad de los ataques durante el mes sagrado sería "explosiva desde el punto de vista emocional".

Aunque la fecha exacta aún depende de los cálculos astronómicos que efectúan los ulemas de La Meca y Medina, el Ramadán del año 1422 de la Hégira comenzará probablemente el próximo 17 de noviembre. A partir de ese día, y durante un mes lunar, los musulmanes de todo el planeta deben abstenerse de comer, beber, fumar y hacer el amor entre la salida y la puesta del sol. Conmemoran con estos sacrificios el periodo en el que el Corán fue revelado a su profeta Mahoma. Es un mes difícil para los practicantes, que a medida que avanza disminuyen su productividad laboral e incrementan su mal humor.

En El Cairo, al igual que en Rabat y otras capitales, el fin de las horas de ayuno y abstinencia se anuncia con un cañonazo, aquí el de una vieja pieza situada en la Ciudadela. La trombosis del tráfico en las calles cairotas es entonces monumental. Todo el mundo regresa a su casa para el iftar, la primera colación del día. Una vez llenos los estómagos, los cairotas se lanzan a las calles, muchos a las del viejo zoco de Jan el Jalili.

Si los días de Ramadán son duros en las ciudades musulmanas, las noches son preciosas. Las calles de El Cairo están decoradas con los fanus o fanales de hojalata y cristales coloreados, mientras la gente va de casa en casa, de fiesta en fiesta. Hay orquestas en las calles y se consumen toneladas de pastelillos. Ya de madrugada, la gente regresa a sus hogares para zamparse, antes de que amanezca, un nutritivo plato de ful o habas.

Polémicas teológicas

Ramadán es propenso a polémicas teológicas, empezando por cuándo comienza y cuándo termina. Una de las más pintorescas en Egipto está protagonizada por Fifí Abdú, una célebre, rica y ya mayor bailarina del vientre. Siguiendo el mandato coránico, Fifí Abdú organiza en las noches del Ramadán una "mesa popular" en el barrio cairota de Mohandasín, donde los pobres pueden comer a sus anchas. Pues bien, el muftí de Egipto y el gran imam de Al Azhar intercambian cada año opiniones contradictorias sobre si un buen musulmán debe o no aceptar la caridad de "una prostituta", que así es como consideran los dos a cualquier bailarina del vientre.

Este año, el debate en el universo islámico versa sobre si sería tolerable celebrar con normalidad el Ramadán mientras los "infieles" norteamericanos bombardean un país musulmán como Afganistán. Aunque ninguna autoridad religiosa de peso ha emitido al respecto una fatwa o edicto, las opiniones de los expertos coinciden en que no sería de recibo. "Es un mes de enorme significado espiritual y, sin duda, la prolongación de los ataques aumentaría el odio y el rencor contra los que matan a civiles inocentes", declaró a Efe el jeque Aid Abdel Hamid Yusef, uno de los más prominentes ulemas de la mezquita cairota de Al Azhar.

En sus comentarios del lunes, Rumsfeld señaló: "La historia está repleta de casos en que las naciones musulmanas han luchado entre sí o con otras durante periodos sagrados para ellos". Tenía razón. No está explicitada en el mensaje coránico la necesidad de declarar un alto el fuego durante el mes de ayuno. El mismo Mahoma, en el año 624 de la era cristiana, lanzó en pleno Ramadán una campaña bélica contra tribus árabes que no se habían convertido aún al islam. En tiempos más recientes, Egipto y Siria atacaron a Israel en el mes de Ramadán de 1973 y en la atroz guerra que sostuvieron entre 1980 y 1988 Irán e Irak siguieron combatiendo en ese periodo.

También hay ejemplos de lo contrario. En las guerras civiles libanesas (1975-1990), los enfrentados musulmanes y cristianos procuraban silenciar las armas durante sus respectivas temporadas religiosas de Ramadán y Navidad. Y los talibanes subrayan que ellos decretaron una tregua de Ramadán en 1999 en sus combates con otras facciones afganas. El precedente también alcanza a EE UU. En diciembre de 1998, Bill Clinton ordenó que el día del comienzo del Ramadán cesaran los bombardeos de Irak que había ordenado en pleno caso Lewinsky.

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No faltan expertos islámicos, como Diem Samsiudin, secretario del Consejo de Ulemas de Indonesia, que afirma que "una cosa es que los musulmanes luchen entre sí o contra un agresor en Ramadán y otra es que sean atacados por no creyentes en ese periodo".

En tres semanas, EE UU todavía no ha conseguido ni derribar a los talibanes ni capturar a Bin Laden, y, sin embargo, está produciendo imágenes de inocentes heridos con las que abren los telediarios desde Yakarta a Casablanca. Unas imágenes que van siempre acompañadas de las de civiles palestinos muertos en las ofensivas ordenadas por Sharon. "Las sensibilidades populares serán mayores en Ramadán", advierte Ibrahim Hooper, portavoz del Consejo de Relaciones Americano-Islámicas.

Bush tiene que lidiar entre este espinoso problema de relaciones públicas con el mundo islámico y las necesidades militares de la campaña. También se acerca el largo y severo invierno afgano, que cierra muchos pasos en las montañas y limita las operaciones aéreas y terrestres. Suspender las operaciones durante el Ramadán permitiría a los talibanes reorganizarse, señala el Pentágono. Como eso también es cierto, el mejor consejo a Washington parece haberlo dado Hamid Gul, general retirado y ex jefe de los servicios secretos de Pakistán: "Los norteamericanos deben hacer algo militarmente decisivo antes del invierno y preferiblemente antes del Ramadán".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 29 de octubre de 2001