Los equipos que hasta los primeros fríos seguirán trabajando 24 horas diarias en la zona cero descubrieron en la noche del martes, según informó ayer el Daily News, un inesperado botín: las reservas de oro y plata que el Banco de Nueva Escocia tenía almacenadas en los bajos del número 4 del World Trade Center de Nueva York. Según un portavoz de la entidad bancaria, allí almacenaba 200 toneladas de oro y 30 millones de onzas de plata, con un valor estimado en 375 millones de dólares (casi 70.000 millones de pesetas). Hicieron falta dos camiones blindados para llevarse el material.
Pero junto a los lingotes sepultados fluyen miasmas como los que causan la llamada "tos del World Trade Center". Casi todas las personas que trabajan regularmente en la zona cero se han visto aquejadas de problemas respiratorios en las últimas semanas debido a los gases que siguen saliendo de los escombros. Las autoridades de Nueva York aseguran que el aire no está contaminado pese que en algunos momentos se han registrado niveles muy altos de agentes tóxicos como el benceno.
Más de un tercio de los 12.000 bomberos de la ciudad padece una tos recurrente de la que no consiguen deshacerse y serias irritaciones de sus mucosas respiratorias, informó uno de los responsables médicos del cuerpo de bomberos. Los turnos se han acelerado para evitar una exposición prolongada al humo que sale constantemente de los restos de las Torres Gemelas. Todos los que trabajan en la zona cero llevan una máscara protectora, una precaución que parece haber sido insuficiente.
Las autoridades se han apresurado a negar que el aire esté contaminado pese a que en algunas ocasiones se hace francamente irrespirable en toda la parte baja de Manhattan. "Vengo aquí todas las mañanas y a veces el olor es horrible", comentó hace unos días el alcalde Rudolph Giuliani. "Es normal que al olerlo uno puedan pensar que está contaminado, pero no es el caso. Esto no es dañino para la salud". El Ayuntamiento está a pocas manzanas de la zona cero.
Un responsable de la agencia medioambiental de Nueva York confirmó la semana pasada que las cantidades de benceno y otras sustancias tóxicas eran significativas en el lugar donde se estaban llevando a cabo las labores de desescombro, pero que no afectaban a los barrios colindantes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 1 de noviembre de 2001