A raíz del reportaje que ha aparecido en televisión, denunciando la situación en la que se encontraba un grupo de personas mayores en una residencia, se ha incrementado de forma significativa el número de denuncias y expedientes abiertos a establecimientos de estas características.
Este hecho puede tener dos lecturas: o bien las imágenes emitidas en el reportaje han hecho que seamos más conscientes de la situación en la que se encuentran las personas que, por diversas circunstancias, se ven obligadas a permanecer en este tipo de instituciones, o bien la Comunidad de Madrid, y en concreto su departamento de Servicios Sociales, ante la imagen que ha llegado a los ciudadanos a los que cada cuatro años convocan a las urnas, han decidido lavar esta imagen, haciendo públicos a través de los medios de comunicación los cierres de algunos centros que, de no haber salido a la luz pública dicho reportaje, hoy permanecerían abiertos.
Según la experiencia personal que voy a contar, me inclino por la segunda explicación.
En abril de 1998 ingresamos en la residencia Los Nogales, situada en el alto de Los Leones (Guadarrama), a mi madre (Concha en adelante), afectada de la enfermedad de Alzheimer.
En nuestras visitas veíamos que las condiciones higiénicas no eran las más adecuadas: utilización de esponjas para varias usuarias, intercambio de prendas de ropa personal entre las residentes...
Ante nuestras preguntas relativas a estas situaciones, las respuestas eran vagas y ambiguas. Por otro lado, poco a poco, Concha fue perdiendo peso, hasta que una mañana decidimos trasladarla al Hospital Universitario de Getafe para que le hicieran un chequeo exhaustivo, tras el cual nos informaron de que había ingresado deshidratada y con su sistema inmunológico muy debilitado. La trabajadora social de este centro nos aconsejó poner una denuncia a la residencia, y eso hicimos en la Comunidad de Madrid (CAM) para que tomara las medidas que correspondieran.
Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando nos enteramos de que la residencia había superado la inspección de los servicios sociales de la CAM, porque fue puesta en aviso y estaba preparada para el día en el que se realizó dicha inspección.
A raíz de estos hechos decidimos seguir cuidando a Concha en su domicilio, en el que poco a poco fue recuperando peso, hasta que llegó el día de su fallecimiento.
Es por todo ello que me decanté por la segunda explicación de las enumeradas en mi presentación, y era mi deseo tener la oportunidad de dar a conocer esta situación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de noviembre de 2001