¿Alguna vez han visto un ángel? Yo sí. El pasado 9 de octubre. Llevábamos a mi hijo de cuatro meses al hospital, veíamos que se nos moría. Aunque el claxon del coche sonaba incesantemente, la interminable hilera de automóviles permanecía estática, mientras mis ojos llenos de lágrimas veían cómo mi retoño se iba apagando. De repente, como el milagro más deseado, aparecieron dos ángeles; estos ángeles iban con uniforme y casco: eran dos radiantes policías nacionales en sus motos.
Pude sentir cómo el coche se deslizaba sin importarle el gran cúmulo de vehículos que formaban un gigantesco embotellamiento. Estos dos policías nacionales, sin importarles nada más que mi bebé, nos abrieron paso a través de la jungla hostil que es Madrid en hora punta, sin otro pensamiento en sus cabezas más que salvar a ese niño que no conocían de nada.
Quiero dar desde lo más hondo de mi corazón las gracias a estos dos anónimos policías nacionales, que pertenecen a la comisaría de Chamberí, por habernos ayudado, y sólo gracias a ellos mi pequeño Víctor Ramón sigue regalándonos su sonrisa. Una madre agradecida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de noviembre de 2001