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OPINIÓN DEL LECTOR

Acto fallido

A los padres de la patria les cuesta cada vez más apretar sus conspicuos rulés contra los escaños y ejercitar la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia. En un pispás pierden la compostura, les sale el alma cuartelera y mandan al más pintado 'a tomar por culo', tal como hizo el ministro Mariano Rajoy con Juan Barranco. Más que indignarnos la grosería, nos preocupa lo que revela del talante nada excelentísimo del señor ministro.

A través del acto fallido, su autoridad queda con el nalgamen al aire, pues poco cabe esperar de un servidor público que, ante los opositores, discrepantes o discutidores, lo que desea es mandarlos bien lejos. Un viejo refrán latino sentenciaba: 'Habla si quieres que te conozcan'. ¡Y vaya si hemos conocido el respeto que a micrófono cerrado le merecen quienes con él disienten! Aznar y sus comisionados han vivido, por suerte para ellos y para todos los españoles, unos años almibarados que los han convertido en excesivamente presuntuosos y poco dialogantes.

Ahora deberían aprender a recular y a atemperarse. Para ello les vendría bien recuperar las enseñanzas de los antiguos libros de higiene, que recomendaban para los nervios destemplados baños de asiento con fricciones. Se sumerge el nalgatorio en agua templada con sal e infusión de tila. O, si se prefiere, algo menos complicado: basta con desempolvar el Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián, en el que el jesuita aragonés afirmaba: 'Son las pasiones los humores del ánimo, y cualquier exceso en ellas causa indisposición de cordura; y si el mal saliere a la boca, peligrará la reputación'.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de noviembre de 2001