Se llama José, tiene 17 años y un historial en el que se han estrellado jueces, fiscales, policías y servicios sociales de Murcia. El menor, al que muchos apodan El Rata, es adicto a la heroína desde que tenía ocho años, una herencia que le dejó su padre antes de morir por sobredosis, y de la que no le pudo librar su madre, R., de 40 años, también toxicómana; ni su única abuela, que como tantos otros parientes, ha vivido entre rejas por posesión de estupefacientes.
Cayó a los pies de la agente de policía rogándole que 'lo sacaran de la droga'
El martes, José se escapó del hospital a plena luz del día, tras hablar con una juez de menores
El Servicio de Protección al Menor de Murcia es quien tiene ahora la tutela del muchacho. Pero se trata de una potestad que no ejerce. Porque desde el pasado martes José está en paradero desconocido. Se escapó del hospital donde debía ser tratado de su adicción antes de que se le aplicaran las medidas de internamiento por un presunto delito de robo con intimidación, el único caso que tiene pendiente de cumplir en su extenso historial de pequeños hurtos. La fuga la llevó a cabo a plena luz del día, a eso de las cinco de la tarde y justo después de haber recibido la visita de la juez de menores Ascensión Martín. Aún así los juzgados no tuvieron noticia de la nueva huida hasta que no habían pasado casi 24 horas.
De todos modos, su fuga no debió sorprender a nadie. Los servicios sociales se hicieron cargo de José por primera vez cuando tenía 12 años y pesaba 20 kilos. Desde entonces, convertido en un ejemplo del fracaso de las instituciones, ha recorrido más de una treintena de centros de protección, reforma y desintoxicación de todo el país, e incluso alguno en Francia.
En ninguno de ellos ha permanecido más de 10 días, asegura José Séiquer, uno de los asistentes sociales que mejor lo conoce. "José presume de sus hazañas, carece de la fuerza de voluntad necesaria para acatar las más mínimas normas de disciplina, pero siempre acude a nosotros cuando tiene algún problema", relata Séiquer, quien describe al muchacho con una nota de ternura: "A pesar de su aspecto demacrado, tiene una expresión dulce e infantil que conmueve a todo el mundo. Es esbelto y está muy delgado".
Esta semana, tras ser detenido por robo, José vio cómo dos hospitales públicos de Murcia -Virgen de la Arrixaca y Morales Mesegue- rechazaban hacerse cargo de su ingreso por considerar que un hospital no era "lugar adecuado" para tratar su caso. Rebotó entonces de un centro sanitario al otro hasta que se determinó que el primero de ellos debía prestarle asistencia en una de sus unidades de acceso restringido. Un espacio cerrado para evitar sus fugas y altercados -alguna vez se ha inyectado heroína cuando estaba ingresado y ha destrozado todo lo que encontraba a su paso-. Pero nuevamente la tutela de las instituciones fracasó y José huyó.
Muchos de quienes le conocen, como la misma policía, creen que no tardará en volver. De hecho, más de una vez ha reaparecido en cualquier lugar inesperado para solicitar ayuda y salir de la pesadilla en la que vive desde que era un niño. Cuentan que entonces llega, con su cara demacrada y su terrible historia a cuestas, y pide auxilio.
Así lo hizo hace cinco años con Mayka. José cayó a los pies de esta agente de policía local de Murcia rogándole que, por favor, "lo sacara de la droga". Yendo mucho más allá de su obligación, la agente se implicó de tal manera en ayudarle que el caso apareció en todos los medios de comunicación. Poco duró la polvareda. El muchacho, tras una fugaz notoriedad, regresó al olvido.
Esta semana Mayka volvió a ver a José. Fue en la víspera de su última detención. Como otras tantas veces, el chico andaba pidiendo dinero en la calle, pero de la agente sólo pudo sacar un desayuno caliente. La policía municipal reconoce que el muchacho le removió la conciencia.
José pronto dejará de ser lo que la ley llama un menor. En enero cumplirá 18 años. Para entonces, la solución que la justicia encuentre para él puede pasar, si sigue cometiendo delitos, por la cárcel. Un lugar donde la fuga será dificil, pero también donde pocos creen que abandonará su verdadera condena: la heroína.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de noviembre de 2001