"Creí que Rivaldo era más grande; ahora lo vi más bajito", dijo Raúl Bravo, después del partido, sintetizando el optimismo del vestuario madridista tras el encuentro. Algunos ponderaron el resultado en términos relativos -como Hierro-, otros ocultaron su sensación de desahogo -como Figo-, y otros celebraron la victoria sobre el rival más representativo. "Ganarle al Barça siempre da moral, pero nunca hemos estado fuera de la Liga", proclamó Raúl, sonriente. El entrenador, Vicente del Bosque, se mostró más reflexivo que nunca en su mejor momento: "En cuanto a calidad, ha sido uno de los partidos de menos nivel que hemos jugado esta temporada".
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Figo salió del vestuario tarde, arrastrando su carrito con el pequeño equipaje de concentración. Tranquilo, como si se hubiera dejado toda la energía en la celebración del gol, cuando se lanzó hacia un banderín del córner y le propinó una tremenda patada dando gritos. Fue el segundo tanto del Madrid en el partido y el primero que le hizo el portugués a su ex equipo. "No es especial marcarle al Barça", comentó, tapando sus pasiones. El suyo fue un gol cargado de significado, y un premio a sus deseos de saldar una deuda pendiente: ganarle un partido al Barça, el único equipo al que no había derrotado en la Liga española.
"Supimos sufrir", observó Figo; "no tuvimos el dominio del balón como ellos, pero tuvimos profundidad, sobre todo en el segundo tiempo cuando ellos dejaron un poco más de espacio. No me motiva especialmente jugar contra el Barça. Siempre estoy motivado, contra todos los rivales".
Figo no se muestra tan claro en su juego últimamente, pero mantiene intacta su insistencia a la hora de encarar a los laterales y buscar penetraciones por las dos bandas. Lo hizo en Villarreal y resultó decisivo, y lo repitió ayer consiguiendo un gol. Sea por la razón que fuere, en el último entrenameinto antes de recibir al Barça, el sábado, Figo se entregó como si de una final de la Champions se tratase. Pidió el balón a grandes voces y no paró de jugar. "Jugar al fútbol", según Figo, es atacar con el balón en los pies. El juego táctico y los movimientos sin balón le aburren sobremanera.
El lateral madridista que reemplazó al lesionado Roberto Carlos, el canterano Raúl Bravo, se sorprendió porque no tuvo demasiado trabajo en la banda izquierda: "Me atacaron poco, a veces Puyol, a veces Gabri". Nada de Geovanni, nada de extremos azulgrana por su zona. Tan poco utilizó el Barcelona su costado derecho que Del Bosque quitó a McManman de la banda y lo mandó al medio campo durante un buen rato. "Con ese movimiento solucionamos el desequilibrio numérico que favorecía al Barça en el medio campo", dijo Salgado.
"Mi gol llegó en buen momento porque nos dio tranquilidad cuando estábamos un poco nerviosos", opinó Morientes; "teníamos algún problemilla en el medio campo".
Del Bosque dijo en la SER que había apostado por McManaman en detrimento de Helguera porque el cántabro llevaba mucho tiempo sin jugar en el medio campo y porque McManaman hacía cuatro cosas bien: "Cubre la banda, ayuda a Makelele en el medio, se conecta bien con Zizou y se desprende a rematar también". Tras el gol de Morientes, Del Bosque corrigió lo que llamó "desajuste en el centro del campo" madridista trasladando a McManaman junto a Makelele.
Hierro dijo que su equipo había comenzado "un poco despistado" y que se había recuperado. "Sólo a partir de marcar el primer gol y luego en la segunda mitad el equipo tuvo más ocasiones de marcar. Ahora debemos mantener esta línea en Zargoza. Si no lo hacemos, de poco nos servirá haber ganado hoy al Barcelona", comentó el capitán.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de noviembre de 2001