Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Crítica:

Amores crepusculares

Casi nada sabemos aquí de las andanzas del holandés Paul Cox -quien hace muchos años cambió su país de origen por la lejana Australia, donde ha desarrollado, desde 1974, una ingente carrera-, tal vez el más prolífico de los directores en activo en nuestros antípodas. Por eso, la llegada de esta Innocence supone una doble sorpresa: por tratarse de una película de producción curiosa -es en realidad una coproducción belga con la productora del propio Cox, fruto de un premio cosechado en Gante por el director con una película anterior, A woman's tale-, y, sobre todo, por su tema, una conmovedora historia de reencuentros afectivos entre dos antiguos amantes... casi 50 años después de sus primeros escarceos.

INNOCENCE

Director: Paul Cox. Intérpretes: Julia Blake, Charles Tingwell, Terry Norris, Robert Menzies, Marta Dusseldorp. Género: drama, Australia-Bélgica, 2000. Duración: 105 minutos.

Actores veteranos y soberbios, una sensible historia que no escatima efusiones emotivas, pero siempre mostradas con gusto; la puesta en juego de multitud de consecuencias de una acción no premeditada y, por encima de todo, la límpida reivindicación de la necesidad del amor -también el físico: no hay aquí tapujos; tampoco morbo- en cualquier lugar y tiempo, hacen de Innocence una película bella, tierna y sensata, una cálida recomendación para cualquier espectador inteligente a quien no le eche para atrás el desconocimiento del nombre del director o de los actores, y esté dispuesto a emocionarse sin necesidad de espectacularidad ni maniqueísmos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de noviembre de 2001