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Crítica:DANZA

Paciencia china

Quizás dentro del entorno de la pasada Bienal de la Danza de Lyón de 2000, cuya programación ideó Guy Darmet bajo el lema La ruta de la seda, la presentación de esta compañía estaría justificada e imbricada en un panorama amplio, prismático, de los quehaceres escénicos contemporáneos del lejano Oriente. Aquí, en la recurrente oferta del Festival de Otoño, sencillamente no. Lo exótico por lo exótico solamente produce una saturación rayana en la incomprensión en el público.

Con dos horas y media de duración, un estilo basado en el hieratismo, las sombras y el silencio, la pieza en cuatro partes explora la contemplación del hombre ante el paso de las estaciones, siempre en un tono ritual. Los cuadros plásticos están cargados de simbolismo y de una idea de redención del hombre frente a sus circunstancias. La primavera se representa por la pareja que se acopla, el verano con la caza; el otoño es una mujer moribunda; el invierno un hombre de hielo que lucha por renacer. Al final, todos los artistas se organizan, muy lentamente, en un cuadro teatral estéticamente potente y de claras influencias taoístas.

Legend Lin Dance Theatre

Himno a las flores que se marchitan. La diosa de las flores. Coreografía: Lee-Chen Lin. Música: Yiu-Kwong Chung. Vestuario: Kam-Tim Yip. Escenografía: Ho-Chin Chang. Luces: Kou-Yang Cheng. Festival de Otoño. 8 de noviembre.

Pero en la coreógrafa Le-Chen Lin hay otras influencias, algunas del arte conceptual occidental moderno, de la danza butoh japonesa y hasta de Wilson. Y puede que sea al revés, que sea una cuestión de vasos comunicantes. Esos cuerpos teñidos de blanco pertenecen hoy ya a todas las culturas, pero proceden de milenarias tradiciones teatrales coreanas.

Pero para el espectador medio de aquí es durísimo y se debe armar de paciencia oriental para entrar en un juego pasivo de contemplación, con bellas luces y efectos sonoros de percusión que huyen.

En el intermedio, parte del público abandonó la sesión y en la platea se oyeron ronquidos, pues aunque insistamos en llamar a esto danza, es mucho más teatro del gesto, o negación automática del baile.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de noviembre de 2001