La especie humana siempre se ha caracterizado por su capacidad de razonamiento, algo que le hace estar por encima del resto de los animales; pero esta definición va perdiendo fuerza día a día.Es razonable que un ser impulsado por el odio y la venganza sea capaz de dar su propia vida a cambio de causar el mayor daño a una determinada civilización; es razonable que un padre se sienta orgulloso de que su propio hijo muera por unos principios que ni tan siquiera él conoce en profundidad. Yo me pregunto cómo se puede crecer para matar: este razonamiento va en contra de la ley de la vida.
En Oriente Próximo muchos jóvenes están dispuestos a que se les confíe una misión de destrucción en la que su vida sólo sea un número más en una inmensa lista de héroes para su país. Éste es el gran problema al que el denominado mundo civilizado ha de enfrentarse. Pero la guerra no sólo se combate con guerra; si a estos jóvenes se les diera una posibilidad de futuro quizá muchos se lo pensarían dos veces antes de perder un obsequio tan preciado como la vida por un sentimiento de valor tan relativo como el odio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de noviembre de 2001